FEBRERO 2, 2023
Persecuciones a gran velocidad, tiroteos a diestra y siniestra, vehículos blindados abaleados, avión evacuando al detenido despegando inextremis…todo parecido con el rodaje de una narcotelenovela ya no es pura coincidencia. La realidad superó la ficción y lo que se ha visto retratado tantas veces en películas de acción, series a gran presupuesto de las plataformas de streaming, es lo que se vivió en directo en el poblado Jesús María, Culiacán, estado de Sinaloa, al norte de México, el pasado 5 de enero 2023 cuando se puso en marcha el operativo para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del famoso capo de la droga mexicano apresado en una cárcel en Estado Unidos, el “Chapo” Guzmán. Lo más lamentable de la noticia, que sin duda merece toda la atención por los 29 muertos que dejó el suceso, es que aquella espectacular captura apenas significa un breve sismo en la geopolítica del narcotráfico y del crimen organizado que lo acompaña, pues si bien significará un éxito para las autoridades mexicanas y estadounidenses, equivaldrá también a un periodo de reorganización de los carteles con su corolario de violencia, que se sufrirá más que nada en los barrios populares de Sinaloa. Fuera de aquello y en esencia, no modificará demasiado la mega estructura transnacional de los negocios ilícitos alrededor de las drogas y el inmenso emporio financiero que la acompaña. En este negocio es bien conocido el adagio “a rey muerto, rey puesto”.
Y es que los engranajes del narcotráfico y lo que gravita alrededor de él funcionan como un reloj suizo que no requiere que se le cambie de pila cada cierto tiempo. En ese sentido, las noticias de captura de grandes cargamentos o de objetivos de alto interés, a menudo sirven más para dar golpes mediáticos y quizás desviar la atención de otras temáticas políticas o sociales que gravitan en el día a día, o para afianzar la gestión coyuntural de autoridades políticas e institucionales ligadas a la seguridad.
Ejemplo de aquello es que, desde la detención del “Chapo” Guzmán en 2016 y su extradición y condena a cadena perpetua en 2019 en Estados Unidos, la estructura del crimen organizado no ha conocido grandes cambios. En efecto, Guzmán, padre del recién capturado Ovidio, considerado como el mayor traficante de drogas de los últimos decenios por la fortuna que amasó y la magnitud del cartel que consiguió organizar, esta fuera del juego desde hace varios años. No obstante, más allá de su legado, persiste, no solo en manos de su familia, un negocio que sigue gozando de oferta y demanda y que, por sus inmensas ganancias y la cantidad de divisas que inyecta a las economías de varias naciones y al sistema financiero transnacional, no dejará de perdurar, diversificar sus formas, y sin duda, expandirse más y más.
En efecto, este hecho mediático relacionado al narcotráfico es solo la punta del iceberg. En efecto, el negocio de las drogas con el que muchas veces lamentablemente se relaciona a México, es solo un eslabón de una industria transnacional que se hace cada vez más grande: la criminalidad transnacional organizada. Esta, que usa las mismas lógicas del mercado global transnacional, lleva con si una parafernalia de mercados colaterales y sumergidos que siembran miseria y muerte por el mundo entero. Pero ¿cómo el mercado criminal se relaciona con el mercado global?
Es difícil imaginar que, si el dinero proveniente de las actividades criminales representa el 12 al 14% del PIB mundial, los Estados, los bancos y las empresas presentes en el mercado global, no se enteran de que parte de esos capitales circulan por sus arcas. Más aún cuando, según el informe 2021 del organismo Global Initiative against Transnational Organized Crime, se calcula que el equivalente al 10% del PIB mundial se mantiene en activos financieros extraterritoriales; cuando se estima que 20 a 40 mil millones de dólares al año son recibidos como sobornos; que 7 trillones de dólares de la riqueza privada se oculta en países refugio; y que el equivalente al 2,7% del PIB mundial es lavado por criminales como fruto de sus negocios.
Por otro lado también, cuesta pensar que la industria armamentista mundial no cuenta con la participación de tan importante clientela -todos los actores del crimen confundidos- para continuar con sus cómodas ganancias y sus afanes expansivos. De acuerdo con Small Arms Survey, en 2017 había, a nivel global, aproximadamente 857 millones de armas de fuego en manos de civiles. De este total, solo el 12 % fueron reportadas como registradas. El tráfico de armas, entiéndase este como el comercio de armas fuera del circuito legal de los estados, es el tercer mercado criminal más predominante a nivel mundial. Cabe preguntarse ¿cómo pasa la producción de armas legal al mercado ilegal en tan ingentes cantidades? Para que ese mercado siga siendo tan boyante, no está por demás que el conflicto permanezca bien alimentado. Así, las guerras entre carteles por la expansión y dominio de territorios y para asegurar la producción, rutas de envío, centros de tránsito y acopio; las guerras de estados contra carteles para justificar directrices de políticas globales; las guerras locales; la delincuencia común; la violencia en el ámbito doméstico, son todos suministros predilectos de la manufactura de armas, provenga de donde provenga. Y el resultado es alarmante. Amnesty International estima que 500 personas mueren cada día por armas de fuego, De acuerdo con las Naciones Unidas, el 19% de estas muertes violentas se relaciona directamente con el crimen organizado.
Otro mercado en plena expansión en el sector tan “prometedor” del crimen organizado es el tráfico de recursos naturales, específicamente, metales preciosos como oro, coltán, cobalto, diamantes, estaño y tantalio, cuya exploración, explotación y comercio es mucho más rentable si se hace mediante bandas organizadas, armadas y sin escrúpulos, en lugar de empresas legales que tienen que cumplir con el peso de los instrumentos legales alcanzados por la lucha de las poblaciones afectadas por la explotación y despojo de sus territorios. Amedrentar, despojar, violentar para luego exprimir la fuerza de trabajo de poblaciones empobrecidas, desprotegidas y olvidadas -a menudo niños- de los confines de los estados, resulta más rápido y provechoso. Se estima que, en el mundo, 40 millones de personas están empleadas en la minería irregular (la que no cuenta con concesiones legales de los estados), es decir sin ninguna protección laboral y de estas, 10 millones usan materiales peligrosos como mercurio, plomo, cadmio, arsénico, cromo y otros, poniendo en serio riesgo su salud y el medio ambiente.
En la misma línea de la explotación de seres humanos, y siendo el más rentable, el negocio de la trata de personas, a la vez que engrosa los bolsillos de toda una cadena de intermediarios, entre estos, bandas transnacionales, bandas locales, y demás actores, representa una parte importante de mano de obra barata, vulnerada, sin derechos, sin voz, sobre la que reposa gran parte de la reproducción de capital. Las Naciones Unidas estiman que existen 2,5 millones de personas en el mundo víctimas de trata y que la mitad de entre ellas son menores de edad. Este mercado ilícito generaría ganancias por 32 mil millones de dólares cada año.
Lo cierto es que, tras cada mercado ilícito, está presente la lógica del mercado “legal”. No hay lavado de activos si ese dinero no se invierte ingentemente en plataformas de la economía global y nacional, que requiere de esas inyecciones para seguir reproduciendo su lógica. No hay ventas de armas sin conflictos, ni poderes que los alimenten. No hay tráfico de metales preciosos sin quienes los consuma para acumular más riqueza y presumir de ella. No hay privilegios del capital sin el trabajo precario de otros.
No olvidemos que hace unos años, cuando ya se puso en marcha un operativo para detener a Ovidio Guzmán, la guerra que desató, hizo recular a las autoridades quienes finalmente lo dejaron libre. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador lanzaba su estrategia anti-drogas con el lema “Más abrazos, menos balazos”, pero cabe preguntarse: ¿Era quizás un mal momento político para una captura que daría más problemas que réditos? ¿Hubiera cambiado algo más el mundo del crimen con Ovidio tras las rejas? Según varios analistas, el verdadero cabecilla del Cartel de Sinaloa es un tal Ismael Mayo Zambada. ¿Sería entonces que el Chapito, como se apodaba Ovidio Guzmán, ya era un estorbo en la coyuntura actual? Ahora que está detenido, lo podremos comprobar dentro de unos meses...Sin embargo, y visto lo visto, hay algunos asuntos más por los que preocuparse.
Autora:María Dolores Ordóñez
Investigadora en formación del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá (Madrid- España), en cotutela internacional con la Universidad Jean Jaurès (Toulouse- Francia).
Máster en “América Latina y la Unión Europea: una cooperación estratégica (Universidad de Alcalá- Universidad de Toulouse).
Magister en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar, (Quito-Ecuador).
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación por la Universidad Paris 3 Sorbonne (Paris- Francia).
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