El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí escenificado hace unos días dibuja un nuevo escenario de intereses geopolíticos y económicos en Oriente Medio que van más allá de las fronteras de ambos países. Todo parece indicar que este acercamiento se ha visto favorecido por la creciente limitación diplomática de Estados Unidos en el nuevo orden mundial y la creciente influencia de China en el tablero de la geopolítica internacional.
Este histórico acontecimiento se produce al tiempo que la Corte Penal Internacional emite una Orden de detención contra Putin y la comisaria presidencial de los derechos de la Infancia de la Federación de Rusia, María Alekseievna Lvova-Belovapor, por un presunto crimen de guerra relacionado con la deportación forzada de menores ucranianos a Rusia de forma ilegal. Casi 20.000 menores, según datos que Rusia niega, pero que parecen estar avalados por investigadores internacionales. Una Orden que no ha frenado la buena sintonía que se observa entre China y Rusia, como ha podido evidenciarse en la reunión celebrada entre Xi Jinping y Putin, en un contexto de total armonía y cordialidad. Más bien que China aprovecha circunstancias de máxima magnitud para avanzar en su escalda diplomática, en la que pretende relevar el protagonismo tradicional de Estados Unidos, tanto en Oriente Medio, como en Europa y muy concretamente, frente a Rusia.
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