El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca pone de manifiesto las carencias del Viejo Continente
Por Ignacio Cosidó, director del Centro para el Bien Común Global
Donald Trump volvió ayer a la Casa Blanca. Muchos dirigentes europeos contemplan horrorizados la nueva administración norteamericana. Las amenazas de nuevos aranceles y su desvinculación de la seguridad de Europa provocan sudores fríos en las élites bruselenses. Hay un miedo paralizante ante este segundo mandato y todo el mundo está a la expectativa de las primeras decisiones de la nueva presidencia.
Pero el problema no es Trump, sino nosotros. No hemos entendido el cambio de era que se está produciendo y del que Trump no es más que una consecuencia. Una Europa cada vez más irrelevante en el mundo que pierde aceleradamente peso demográfico, económico y estratégico. Una economía anquilosada cada vez menos competitiva que ha renunciado a la carrera tecnológica que libran las grandes potencias. Una Europa débil que es incapaz de defenderse a sí misma, cada vez más vulnerable al nuevo imperialismo ruso y que renuncia a actuar como un actor estratégico unido. Quizá este segundo mandato de Trump sirva para que despertemos antes de que el sueño en el que vive Europa se convierta en pesadilla.
La seguridad de Europa se defiende hoy en buena medida en las trincheras de Ucrania. Es seguro que una Rusia victoriosa no se detendrá en las fronteras de la Unión. Es mejor tratar de parar a Putin en Ucrania que tener que hacerlo más tarde en Polonia. No parece que los Estados Unidos de Trump vayan a venir a salvar a una indolente Europa esta vez. Una débil Unión que será dividida y humillada. Algunos buscarán el favor del nuevo amo del Continente. Los que se resistan sufrirán su ira. Todos corremos el riesgo de quedar sometidos.
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