Rogelio Núñez Castellano
En Ecuador arranca el próximo 7 de febrero el apretado año electoral latinoamericano donde habrá 5 comicios presidenciales con unas elecciones que contienen la mayoría de los factores que caracterizan no solo a este país andino sino a todo el subcontinente, más allá de las peculiaridades internas de cada nación.
1. Polarización correísmo vs anticorreísmo
En primer lugar, estos comicios ecuatorianos van a encarnar la imagen de polarización creciente y en los extremos que se extiende a escala planetaria y también local. Este fenómeno luego se repetirá en las elecciones de este 2021 en Perú, Nicaragua e incluso Chile pero el primer capítulo se vivirá en Ecuador. En el caso ecuatoriano esa polarización se traduce en la existencia de dos proyectos-país no solo disímiles sino incompatibles y excluyentes. El que encarna el expresidente Rafael Correa -quien no puede presentarse a las elecciones- y el que defiende el principal referente opositor, Guillermo Lasso. Paolo Moncagatta, catedrático de Ciencia Política de la Universidad San Francisco, señala esta realidad cuando advierte que "el principal desafío político que enfrentará tiene que ver con la alta polarización presente actualmente en la sociedad ecuatoriana, que le restaría legitimidad ante buena parte de la ciudadanía".
Como Correa (autoexiliado en Bélgica desde 2017) no puede participar como candidato al estar condenado a ocho años de prisión por corrupción, lo hace como vicario suyo uno de sus exministros, Andrés Arauz, convertido en adalid del regreso del correísmo y de su modelo tras el interregno de ruptura que ha supuesto la presidencia de Lenin Moreno (2017-21). Para Arauz la prioridad es reconstruir los fundamentos que caracterizaron la década de la Revolución Ciudadana que liderara Correa entre 2007 y 2017: “No hay dónde perderse, tenemos un compromiso por el desarrollo del país y continuaremos impulsando el modelo que dio tanta tranquilidad y prosperidad a las familias ecuatorianas”.
Lasso, del centroderechista movimiento Creo, persigue todo lo contrario. Ir más allá de la obra de Moreno y acabar con el legado correísta y su idea de país: “Lo que nos debe preocupar es romper con el correísmo, no solo con Correa. Correa implementó una institución chavista, llamada Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS). Con siete ciudadanos, captó el poder total del Estado ecuatoriano: Poder Judicial, organismos de control, Procuraduría, Controlaría… Y puso a los funcionarios que él quiso.
De ahí nació la corrupción correísta y, por ejemplo, tenemos al contralor enjuiciado y fugado. Esa institución correísta es la que tenemos que tirar abajo a través de una consulta popular, porque no responde a una democracia liberal, sino a una concepción populista del poder: el control total, el hiperpresidencialismo, el totalitarismo, que fue el origen del exceso de poder de Correa”. (Seguir leyendo)
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Rogelio Núñez Castellano, director del Centro Félix Varela del Instituto de Política Internacional (Universidad Francisco de Vitoria)
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