Guillem Colom
El pasado septiembre, el Ministerio de Defensa británico publicó un nuevo Concepto
Operativo para el empleo de sus Fuerzas Armadas, denominado Integrated Operating Concept 2025. En menos de 4.000 palabras, este documento repasa las principales transformaciones en el arte de la guerra que se han producido en la última década y establece las principales líneas de cambio de las fuerzas armadas británicas. Más concretamente, el trabajo pretende “…fijar un nuevo enfoque para el empleo de las fuerzas armadas en una etapa marcada por la competición persistente y la rápida evolución del carácter de la guerra, representando el cambio más significativo en el pensamiento militar del Reino Unido en varias generaciones”.
En línea con otros documentos de estas características, este plantea un entorno estratégico de creciente complejidad, dinamismo y peligrosidad provocado por la confluencia de numerosos factores. Entre ellos destacan la erosión del orden internacional liberal y el surgimiento de potencias revisionistas que pretenden alterar el statu quo global, la aceleración del ritmo de cambio tecnológico junto con la creciente disponibilidad de tecnologías avanzadas, la eficaz explotación del entorno informativo para influir en las actitudes, creencias y comportamientos de las sociedades avanzadas o la proliferación de las acciones de “guerra política” para alcanzar la situación final deseada sin tener que cruzar el umbral del conflicto armado.
La ubicuidad de la información y el ritmo de cambio tecnológico también están transformando el carácter de la guerra al difuminar – como ya reveló hace más de una década el auge de lo “ciber” y su empleo bajo el umbral del conflicto para múltiples actividades – las tradicionales distinciones entre paz y guerra, público y privado, extranjero y nacional o frente y retaguardia. A nivel militar, estos desarrollos permiten que un creciente número de actores estatales o no, puedan disponer de medios capaces de degradar los pilares de la proyección del poder militar occidental (la superioridad aérea, la movilidad estratégica o el aprovechamiento del espectro electromagnético). También se están dotando de medios cibernéticos y electromagnéticos susceptibles de ser empleados en todo el arco de conflicto, pero muy especialmente bajo su umbral contra la sociedad, el sector económico o las cadenas de suministro. Además, varias potencias nucleares están modernizando sus medios y redefiniendo sus doctrinas para posibilitar el empleo de ingenios atómicos, tanto de manera limitada como en escalada.
En los próximos años, estas dinámicas se incrementarán por la confluencia de tecnologías cada vez más maduras como el internet de las cosas, el aprendizaje automático, la inteligencia artificial o la computación cuántica. Ello no sólo se traducirá en nuevos sistemas de armas que convertirán en irrelevantes y obsoletos muchos de los modelos existentes, sino que motivarán una nueva forma de combatir: se combinarán sistemas tripulados con no-tripulados, algo que ya se pone en evidencia en los conflictos actuales, con importantes lecciones de futuro. Además, la creciente capacidad para obtener, procesar, y distribuir ingentes datos de múltiples fuentes públicas y privadas hará muy difícil ocultar cualquier despliegue militar. Otro hecho que ya hemos observado en múltiples ocasiones a raíz de los problemas con wearables, las aplicaciones deportivas, las redes sociales o por la enorme firma electrónica de los despliegues de fuerzas.
Ello tiene importantes consecuencias para las Fuerzas Armadas tal y como muchos todavía las conciben. Las plataformas tripuladas son caras de adquirir, complejas de mantener y difíciles de reemplazar, pero son cada vez más vulnerables frente al armamento inteligente, municiones merodeadoras o enjambres de drones. Y en un futuro estas plataformas que actúan como nodos para las operaciones en red serán blancos muy fáciles de batir por armas hipersónicas o misiles balísticos diseñados para superar unas defensas que, posiblemente, habrán sido diezmadas con ciberataques, drones “suicidas” y miles de municiones de precisión. En otras palabras, tal y como sostiene el documento, nos hallamos frente a un punto de inflexión – quizás el definitivo – entre la guerra de la Era Industrial y los conflictos de la Era de la Información con todo lo que ello implica en materia de desarrollo, obtención y empleo de capacidades.
En resumen, el documento considera que los potenciales adversarios ya utilizan una amplia gama de capacidades – incluyendo su potencial militar – bajo el umbral del conflicto armado, contra toda la población y con desprecio a los usos y costumbres que tradicionalmente han gobernado las relaciones entre los Estados. Junto con la reducción del umbral del empleo de la fuerza armada, la ambigüedad del entorno informativo y los potenciales efectos escalatorios de estas actividades en la Zona Gris, el documento concluye que el país se halla en una situación de competición persistente que requiere adoptar un enfoque más proactivo y dinámico en el empleo del poder nacional.
Este nuevo enfoque de la futura Defensa británica se fundamentará sobre cuatro grandes ejes: la relevancia del factor humano, la centralidad de la Alianza Atlántica (sin descartar otras alianzas ad-hoc), el impulso a la innovación y la experimentación (colaborando, para ello, con el sector privado), y el respeto a los valores democráticos y los usos y costumbres de la guerra, pero adaptando el marco jurídico, ético y moral de las operaciones a la nueva realidad estratégica.
Estos elementos fundamentarán el desarrollo del Concepto Operativo Integrado para mejorar la flexibilidad, proactividad, dinamismo, resiliencia y credibilidad de la defensa británica para adaptarla a esta nueva situación. Su desarrollo requiere incidir sobre cinco grandes áreas:
Integración horizontal (networking) de las fuerzas armadas, pasando de lo conjunto a lo multidominio en los cinco grandes dominios operativos (tierra, mar, aire, espacio y ciber). Esta integración horizontal se combinará con la vertical (jerárquica) para mejorar las relaciones y efectos entre lo táctico y lo estratégico.
Integración de las Fuerzas Armadas con el resto de los poderes del Estado y con otros actores (como pueden ser la industria, la academia o la sociedad civil) en el marco de un Enfoque Integral “total”.
Compromiso internacional para proyectar la “marca Reino Unido”, prevenir amenazas estratégicas, detectar y atribuir actividades realizadas por actores estatales hostiles y generar nuevas oportunidades para el país. Este compromiso no sólo pretende mejorar la capacidad británica para operar bajo el umbral del conflicto, sino también conseguir que el país pueda convertirse en un “aliado por diseño” susceptible de actuar dentro y fuera del marco aliado.
Incrementar la madurez para mejorar la Defensa, aumentar la resiliencia nacional y demostrar la determinación política para hacer frente a cualquier contingencia. Ello requerirá mejorar las capacidades letales y no-letales para mejorar la disuasión inter-dominio y proporcionar una mayor gama de opciones de respuesta para todo el espectro de conflicto.
Buscando la ventaja informativa porque ésta será un elemento central en la forma de operar y combatir en todo el espectro del conflicto. Ello requerirá incidir en las acciones físicas, virtuales y cognitivas que, muy posiblemente, también se desarrollarán a lo largo de todo el espectro de conflicto.
Como puede observarse, este concepto considera que el mundo actual se caracteriza por el conflicto permanente, definido éste como un “continuum” escalable donde uno de los centros de gravedad es la población y donde los potenciales adversarios utilizan una amplia gama de instrumentos a su disposición para influir o doblegar la voluntad de las sociedades. En consecuencia, el Concepto Operativo Integrado propone combinar todas las herramientas del Estado – ideológicas, diplomáticas, informativas, económicas o militares – para ofrecer una respuesta escalable y modulable. Ello implicará modernizar el enfoque disuasorio existente añadiendo un nuevo rasgo que se sume a la comprensión, credibilidad, capacidad y comunicación de la misma: la competición. Con ello se pretende adaptar y modelar la disuasión para adecuarla a las Zonas Grises y a las políticas de hechos consumados.
Aunque el documento no lo explicita, el futuro contexto obligará a tomar medidas que posibiliten el control de la escalada, y parece que el modelo elegido será el que ya se vislumbró el pasado enero con la eliminación, por parte de Estados Unidos, de Qassem Soleimani. Y es que, tal y como sostiene el documento, la competición “…entraña operar continuamente bajo nuestros propios términos y en los lugares que nosotros escojamos. También requerirá acciones cuya comunicación podrá poner a prueba los límites tradicionales del Estado. La voluntad de comprometerse decididamente con el empleo de capacidades duras con la credibilidad para combatir es una parte esencial de la capacidad para operar y, por lo tanto, de la disuasión.”
En otras palabras, la competición es el marco natural en el que las fuerzas armadas británicas operarán de forma permanente y persistente en base a tres funciones que se desarrollarán en paralelo:
Protección (protect) como eje para operar, vital para disuadir y fundamental para negar. Ello requiere conocer el funcionamiento y vulnerabilidades del país y de sus territorios de ultramar que otros actores pueden intentar explotar. Ello requiere mejorar la protección y resiliencia de las infraestructuras críticas, mantener la disuasión naval, defenderse de incursiones aéreas, marítimas y cibernéticas o reforzar el papel de las autoridades civiles en la lucha contra el terrorismo y emergencias civiles.
Compromiso (engage) mediante la presencia avanzada para garantizar la influencia, la disuasión y el compromiso con los aliados. Ello requiere el mantenimiento de fuerzas avanzadas, materiales preposicionados, adiestramiento y ejercicios combinados con socios y aliados y nodos de mando y control. Este compromiso también implica el establecimiento de canales de comunicación con los adversarios para evitar errores de cálculo y reforzar la credibilidad.
Contención (constrain) de las opciones estratégicas del adversario para negarle el dominio de la escalada. Susceptible de requerir el empleo proactivo y asertivo de la fuerza, esta función podrá implicar desde el despliegue de fuerzas, la conducción de operaciones para garantizar la libertad de navegación u operar en el ciberespacio para proteger las redes propias hasta modelar el comportamiento del adversario mediante operaciones abiertas o encubiertas. En cualquier caso, la contención puede implicar la conducción de acciones de combate.
Realizadas de forma permanente y adaptadas a cada situación, este conjunto de actividades de protección, compromiso y constricción permitirán ejercer una disuasión dinámica entre todos los dominios, lo que permitirá escalar y desescalar en múltiples dimensiones sin tener que cruzar el umbral del conflicto o haciéndolo de forma limitada. Ésta será la forma natural de operar en un marco de Competición persistente.
Sin embargo, si estas acciones situadas preferentemente bajo el umbral del conflicto armado no son suficientes, estas operaciones permanentes pueden escalar hacia las operaciones militares abiertas. En cualquier caso, aunque el texto alerta de que la guerra en la Era de la Información será muy distinta que los conflictos pasados, los medios físicos continuarán siendo vitales para proyectar el poder militar.
El documento termina planteando varias pautas que deberían guiar el desarrollo de la Fuerza y el planeamiento para el horizonte 2030. Como puede observarse, estas pautas sirven para guiar la Transformación a medio plazo combinando las capacidades y estructuras heredadas con vistas al desarrollo de un Objetivo de Fuerza a largo plazo totalmente transformado. Condicionada por la necesidad de conjugar la ocultación con la detección, esta Fuerza que podría denominarse de “transición” debería tener las siguientes características:
Disponer de medios más discretos y veloces para evitar la detección.
Incrementar la movilidad a costa de reducir la protección física.
Depender cada vez más de tecnologías furtivas o “discretas”.
Depender cada vez más de medios de Guerra Electrónica (EW) y medidas pasivas de engaño para obtener y mantener la ventaja informativa.
Combinar las plataformas tripuladas, no-tripuladas y autónomas.
Estar integrada en una sofisticada red de sistemas mediante una nube de combate que optimice el empleo y gestión de los datos.
Tener una arquitectura de sistema abierto que permita la rápida incorporación de nuevas capacidades.
Disminuir la dependencia de los combustibles fósiles.
Emplear fuegos de largo alcance para explotar las ventajas procedentes de la superioridad informativa.
Enfatizar el empleo de capacidades no-letales para incapacitar las capacidades adversarias con el fin de ampliar la gama de opciones políticas y estratégicas.
Durante los próximos diez años, estas “capacidades emergentes” irán reemplazando de manera progresiva a las “capacidades decadentes”, que englobarían todos los medios heredados que están a mitad de su vida operativa y continuarán siendo utilizados en operaciones, pero cuya utilidad va disminuyendo progresivamente debido a su creciente vulnerabilidad o redundancia en la Era de la Información. Esta transición conducente a una Fuerza Futura – que el documento no explicita, pero que nada tendrá que ver con la fuerza actual – no sólo requerirá enfatizar la experimentación de conceptos y la inversión en tecnologías de la información, sino también priorizar la innovación – asumiendo que algunas de ellas puedan fracasar – en todos los componentes de la capacidad militar. Este enfoque flexible para la generación de capacidades será lo que condicionará la transformación británica.
Podrá criticarse su tecnocentrismo, los pasajes que recuerdan a la Revolución en los Asuntos Militares de la década de 1990 o el haber asumido unas concepciones estratégicas menos cartesianas y lineales que otros países tienen en su ADN estratégico. A pesar de ello, lo cierto es que el Integrated Operating Concept no deja indiferente. Por un lado, a pesar de referirse múltiples veces a estos fenómenos (tácticas de Guerra Política, actores no-estatales con capacidades avanzadas, medios y estrategias para degradar la capacidad para acceder por fuerza en una zona de operaciones o acciones bajo el umbral del conflicto armado), el documento no hace ninguna referencia a “amenaza híbrida”, “zona gris” o “anti-acceso y negación de área”. Y es que si bien han trascendido el ámbito estratégico para convertirse en ideas de uso casi-común, estos conceptos son cada vez son más polisémicos, menos explicativos y más vacíos de contenido para guiar la generación de capacidades.
Por otro lado, aunque es probable que las constricciones económicas, las resistencias institucionales o los intereses corporativos e industriales dificulten su desarrollo e implementación, lo cierto es que este documento propone transformar completamente la forma en que las Fuerzas Armadas británicas conciben y conducen las operaciones. No sólo propone unas “misiones permanentes” que pueden entrañar la conducción de operaciones físicas y bajo el umbral del conflicto para, disuadir a potenciales adversarios y mantener el control de la escalada, sino también desarrollar un Enfoque Integral real que implique a toda la sociedad. Y es que los combates ya no sólo se libran ni entre ejércitos ni entre la población, sino que toda la sociedad en su conjunto es partícipe de la Guerra Política. En materia estrictamente militar, el documento plantea realizar profundos cambios en la Estructura de Fuerzas y en el catálogo de capacidades para ir cumpliendo hitos en la orientación de la Fuerza existente hacia los objetivos de la transformación a largo plazo. Esta “Fuerza de Transición” que se irá configurando a lo largo de los próximos años combinará sistemas heredados con otros nuevos para ir conformando la consecución de la fuerza futura. Y es que el 2035, considerado por muchos como el año en que puede producirse el paso hacia la singularidad, está a la vuelta de la esquina.
Mucho se podría debatir sobre otros aspectos directa o indirectamente relacionados con los contenidos de este documento – como los debates acerca de la necesidad de que el Reino Unido mantenga su fuerza acorazada, la toma de decisiones dolorosas sobre la estructura de fuerzas presente para prepararse para el futuro o cómo modular sus alianzas militares –, pero lo cierto es que el Ministerio de Defensa británico parece estar pensando claramente en el futuro.
En España, estas tendencias deben tomarse como un toque de diana para despertar de su crónica apatía estratégica. Para ello debe: enunciar sus intereses nacionales, traducirlos en objetivos enmarcados en el contexto geopolítico y deducir su problema estratégico-militar nacional, asignarle prioridad política, deducir una Estrategia de Defensa y, en consecuencia, proveerla de recursos. Aprovechando que el Entorno Operativo 2035 establece algunas líneas para guiar el desarrollo de la Fuerza Futura, que la publicación de la Directiva de Defensa Nacional ha motivado el arranque de un nuevo ciclo de planeamiento que se dilatará hasta 2026 y que el Estado Mayor de la Defensa está elaborando un nuevo Concepto de Empleo de las Fuerzas Armadas que definirá la Estrategia Militar para el ciclo en curso, algunas de las ideas contenidas en este trabajo podrían inspirar tanto la estrategia como la programación a medio plazo. No se trata de emular sino de innovar.
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Guillem Colom, colaborador del Centro de Seguridad Internacional, del Instituto de Política Internacional.
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