Por Ana Ortiz, periodista y miembro del Centro de Seguridad Internacional, UFV.
Mientras el mundo se centra en observar la resolución de la guerra de Rusia contra Ucrania como una disputa territorial y estratégica, entendidos estos conceptos en su concepción más clásica, hay que tener presente que, de forma más o menos soterrada se está librando otra batalla de proporciones globales: el dominio del futuro tecnológico y su repercusión en la geopolítica y la economía mundial, donde la Inteligencia Artificial es un factor esencial (IA) por el potencial que en sí supone.
En este escenario, Estados Unidos y China compiten por la supremacía en esta tecnología porque puede otorgarles nuevas vías de influencia en la configuración del nuevo orden mundial que se está gestado, donde el conflicto ucraniano es una pieza relevante. Este contexto obliga a Europa a reinventarse o al menos, resituarse. Entretanto, Rusia busca redefinir su papel e influencia retornando a sus fronteras del siglo XX, pero con la vista puesta en el futuro, que, como decimos, pasa por el desarrollo de herramientas y estrategias de poder que proporciona la IA.
Así, el primer paso es controlar la capacidad de acceso a los recursos críticos, como las tierras raras, que, como ya sabemos, proporcionan las materias primas necesarias para el desarrollo de esta tecnología. Ello facilita el control de la innovación en los procesos económicos y diplomáticos, lo que otorga una posición privilegiada al que consiga la ‘medalla de oro’ en el podio de esta particular competición.
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