Por José Maria Martínez Cortés, analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria
Tres décadas después de la Primera Guerra del Golfo, a veces, denominada primera guerra espacial, la guerra entre Rusia y Ucrania es quizás, según David Burbach, profesor de la Escuela de Guerra Naval estadounidense, la primera guerra espacial entre dos bandos. Sin embargo, las escaramuzas rusas en la órbita LEO (baja) arrancaron incluso antes de que sus primeros carros de combate pisaran suelo ucraniano. Como ha demostrado este conflicto, tener el control del espacio y de los satélites que permiten la comunicación permanente del adversario es clave para obtener ventajas en los conflictos actuales, y lo será aún más en los del futuro.
En la invasión de Ucrania, antes de que se diera el primer tiro, la dirección de inteligencia militar de la Federación de Rusia lanzaba un ataque que dejó fuera de servicio miles de routers en tierra conectados a la red satelital estadounidense de la empresa de comunicaciones Viasat, red que permitía a Zelenski y sus mandos militarse comunicarse con sus soldados. El plan ruso consistía en desplegar una especie de telón de acero digital que dejara aislados a los altos mandos ucranianos, mientras que en tierra los carros rusos avanzaban para capturar la capital, Kiev. A su vez, el ataque fue acompañado de fuego de artillería dirigida a torres de TV y telecomunicaciones. La estrategia era asfixiar al ejército ucraniano en la "niebla de la guerra", según declaraciones de la directora de seguridad y estabilidad espacial del think tank estadounidense Secure World Foundation.
Sin embargo, Rusia tuvo poco tiempo para saborear su éxito.
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