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Centro para el Bien Común Global

El problema geopolítico de España. El caso de la Defensa y Fuerzas Armadas

Enrique Fojón Lagoa 

  

"Algunos hacen que ocurran cosas, otros miran como suceden y muchos no saben lo que ocurre".  Dicho popular 

  

Introducción 

La Defensa siempre ha sido considerada como el más crítico y vital, así como el primer deber de un Gobierno. En más de dos siglos España no ha sido, precisamente, lo que se denomina un actor en el ámbito internacional. Durante la Guerra Fría y en la Era Bipolar, confió los aspectos geopolíticos a acuerdos internacionales: a los convenios con Estados Unidos, a la OTAN y siempre la apuesta por la UE, aunque ésta no tuviese configurado dicho ámbito. 

En los últimos años se ha extendido globalmente la evidencia que vivimos en una época rupturista, debido a los continuos sobresaltos que están conformando la política global. Los anteriores y actuales sistemas de gestión geopolítica desaparecen o se resienten, mientras sus reemplazos están en fase de estudio o desarrollo. Hay que ser conscientes de esos cambios e investigar, para disponer de criterio propio, cómo se está gestando la visión del Orden Mundial emergente. Se puede decir que el mundo está en una “encrucijada” geopolítica, algo que, obviamente, afecta a la totalidad de los componentes de la denominada, metafóricamente, “comunidad internacional”. El Munich Security Report 2019 alude a Antonio Gramsci para describir la situación: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo se muere y lo nuevo no puede nacer; en este interregno aparecen una gran variedad de síntomas mórbidos” [1] 

En ese contexto global, así como en el regional, España tiene su problemática geopolítica específica. Un problema nacional primario es adquirir conciencia de la naturaleza de esa “encrucijada” y su repercusión en España, que debería llevar a, ni más ni menos, tomar la decisión sobre qué protagonismo quiere y puede nuestra nación desempeñar en el nuevo Orden Internacional, así como su mantenimiento como entidad política soberana con personalidad en el contexto geopolítico mundial, un proyecto de país digno de su pasado histórico, que ha jugado un papel esencial en la historia universal, en virtud de su condición de imperio global y europeo, su papel en el descubrimiento y recubrimiento de América, la defensa de Europa ante el avance del Islam o el fomento de la independencia entre América y Asia a través del océano Pacífico, antaño conocido como “Lago Español”. Esa decisión afecta singularmente al empleo de los componentes de la acción exterior: Diplomacia, Economía, Tecnología y Defensa. ¿Son conscientes tanto el estamento político como la sociedad civil de ello? El tema de este análisis es exponer la problemática de cómo podrían prepararse nuestra Defensa y, en concreto, las Fuerzas Armadas (FAS) para afrontar el futuro. 

  

1. Una aproximación al contexto 

  

Los efectos de la denominada Cuarta Revolución Industrial, el actual periodo de cambio tecnológico sin precedentes está determinando el contexto geopolítico[2] global en un escenario de Power Politics[3] donde se imponen los intereses nacionales, mediante el ejercicio del poder, en detrimento de la multilateralidad.  Históricamente, la tecnología ha sido un factor definitorio del poder político; en el ambiente actual, y relacionados con aquella, tres factores interconectados determinan el nivel de los Estados para garantizar su seguridad y bienestar: talento, innovación y pujanza económica[4]. 

La consecuencia primaria de esta situación es la necesidad de la reconformación del enfoque “mental” nacional sobre la geopolítica global y la adopción de un nuevo léxico capaz de transmitir los conceptos que informan los fenómenos novedosos. Aunque lo que se conoce como Occidente sigue siendo un foco de poder hegemónico, su introversión política y social constituye un claro indicio de su decadencia. La inestabilidad política y social que emana de América del Norte y Europa ha agravado la fragilidad del “vínculo trasatlántico” que ve disminuir sus posibilidades de mantenerse como el soporte del Orden Internacional. En este sentido, los acontecimientos recientes indican que el futuro puede conformarse según la evolución de los acontecimientos en Eurasia, Ártico e Indo-Pacífico[5], aunque también en Oriente Medio y Levante. En cuanto a la posibilidad de que emerjan conflictos amplios, como referencia pueden tomarse los escenarios descritos por Kissinger: 

  • Que se materialicen los efectos de la “Trampa de Tucídides”[6] entre Estados Unidos y China. 

  • Ruptura de relaciones entre Rusia y Occidente basada en la mutua incomprensión y posibilitada por: el colapso del hard power europeo, debido a la incapacidad de los nuevos líderes para aceptar que la diplomacia sin la amenaza creíble del empleo de la fuerza es aire caliente; y/o 

  • Una escalada del conflicto en Oriente Medio por la emergencia hegemónica de Irán.[7][8] 

La Era de la Computación brinda un novedoso ámbito de poder para los estados, en especial para las Grandes Potencias, habilitando nuevos espacios, procedimientos y capacidades que constituyen posibilidades de empleo del poder militar de modo diferente de los modos y estructuras existentes. Prueba de ello es que en 2017 y 18, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Unión Europea, Francia, Alemania, Corea del Sur, Singapur, China, India, EAU y Japón han emitido sus Estrategias Nacionales de Inteligencia Artificial (AI), en las que exponen su visión de cómo dirigir sus respectivas innovaciones tecnológicas para convertirlas en poder, tanto económico como político. En esta coyuntura, algunos países como China, Estados Unidos, Rusia, India, Australia, Japón, Turquía y algún estado europeo tratan de habilitar respuestas a esta fluida situación. Las relaciones de competición/colaboración entre actores estratégicos irán conformando el futuro a impulso de sus intereses nacionales. 

El ámbito que puede ser determinante para el futuro del mundo es la competición chino- estadounidense sobre innovación tecnológica, industria, comercio y seguridad. En la pugna de las dos superpotencias, una consolidada y otra en vía de alcanzar la paridad hegemónica, todo apunta a que esta competición será diferente a las del pasado. Entre otros aspectos el empleo de la economía como “arma” y cómo el ciberespacio y la AI han desplazado a las tradicionales referencias al territorio como único ámbito de soberanía. Según el Presidente Chino Xi Jingpin: "Sea cual sea el desarrollo tecnológico de internet de un país, no debe de violar la soberanía informativa de otros[9]. 

En este contexto, la contención determinada por la disuasión nuclear deja un espacio entre la paz y la guerra, el que existe entre diplomacia y operaciones militares, que se conoce como “Gray Zone” donde los métodos para empeñarse con los adversarios tienen semejanza a los empleados durante la Guerra Fría y conocidos como “Guerra Política”. Este tipo de hacer la guerra está centrado en la población y busca condicionarla mediante la persuasión, la influencia y la captación. 

George Kennan, la definió como “el empleo de todos los medios de que es capaz una nación, sin llegar a la Guerra, para alcanzar sus objetivos nacionales, tales operaciones encubiertas, el apoyo clandestino de elementos extranjeros “amigos”, guerra sicológica e incluso apoyo a la resistencia en estados hostiles”[10]. También incluye medidas abiertas tales como propaganda, alianzas políticas y programas económicos. Las actividades en la “Gray Zone” se admiten bajo el nombre de Guerra Hibrida.” 

El nuevo contexto tecnológico tiene una incidencia social muy disruptiva, algo que fuerza a los pueblos a encontrar un nuevo equilibrio entre el Estado, el tejido productivo y los ciudadanos. Al principio del “boom” tecnológico computacional, sus impulsores preconizaron el criterio utópico de “democratizar el conocimiento” como un gran avance en la igualdad o lo que es lo mismo, ponerlo al alcance de cualquier actor. Actualmente, los pioneros del cambio tecnológico se encuentran en primera línea de la Seguridad Nacional y van provistos de algoritmos como si fueran la nueva munición de los sistemas de armas a la vez que esos avances tecnológicos tienen sobre la sociedad efectos positivos y negativos. 

Es básico tener en cuenta para la concepción, diseño y producción de los futuros sistemas de armas, que los nuevos modelos industriales han provocado una nueva relación entre capital y mano de obra, estando la capacidad digital en parte de Occidente en manos privadas. Sus prácticas comerciales incluyen tanto las transacciones privadas como las efectuadas con entidades estatales, incluso extranjeras, y a escala global. Como ejemplo puede citarse el último “desencuentro” entre Silicon Valley y el Departamento de Defensa USA[11]. La innovación también está reconformando globalmente la Industria de Defensa y provocando transformaciones radicales para las industrias de apoyo y la forma de relacionarse. 

Por otro lado, existe un amplio consenso en afirmar que en la Era de cambio que vivimos, también la ética personal y colectiva, así como los valores, serán elementos críticos para determinar el futuro. Recientes investigaciones demuestran que las actitudes morales están relacionadas con la identidad, tanto personal como nacional, a la vez que ponen de manifiesto la dificultad de alcanzar acuerdos internacionales, tanto para el diseño de nuevos nichos tecnológicos como para su empleo en el ámbito de la Defensa. 


 


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2. El problema a resolver por la Defensa y las FAS españolas 

Puede decirse que las Defensa y las FAS de los países más importantes del mundo[12] están inmersas en un proceso de cambio profundo que se materializa en una dinámica innovación. Estos mastodontes burocráticos deben superar trabas consuetudinarias y administrativas que conviven con un alto nivel de profesionalismo, un problema al que tienen que hacer frente la mayoría de los Estados. Ya Kissinger, en los años 60s, en su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, apuntaba: “El espíritu de la política y el de la burocracia son esencialmente opuestos”. “La esencia de la política es su contingencia; su éxito depende de la corrección de una estimación que es en parte conjetural. La esencia de la burocracia es la búsqueda de seguridad, su éxito es el cálculo…. La práctica burocrática de la política lleva a la aplicación del cálculo, lo que la convierte en reo de los hechos”[13] 

Este aspecto está expresamente recogido en la “US National Security Strategy 2017[14] al preconizar la reforma del Departamento de Defensa, el equivalente en España al Ministerio de Defensa, en los siguientes términos: “El actual enfoque burocrático centrado en la minuciosidad y, sobre todo, a minimizar riesgos (de gestión en la toma de decisiones), no es capaz de articular respuesta a la situación. Debemos transitar a una cultura de actuación donde primen los resultados y la responsabilidad. Debemos poner en práctica un sistema de gestión donde el liderazgo pueda aprovechar las oportunidades y asegurar una eficaz administración de los recursos del contribuyente. Tenemos la oportunidad de velar por cada dólar del contribuyente empleado en la Defensa, para ganar la confianza del Congreso y del pueblo americano.” Toda una declaración de cambio. 

Para hacer frente a ese futuro, las FAS españolas, parten de una postura política “aestartégica”. Desde los años noventa las FAS han actuado fuera del territorio nacional participando en diversas “misiones de paz” de la ONU y otras con la OTAN en Bosnia, Kosovo, Irak, Afganistán, de Coalición Internacional como Libia, operaciones contra la piratería de la UE y también en el Sahel y Centro África, así como despliegues de disuasión OTAN en los Países Bálticos, integrándose siempre en un marco multilateral de actuación en la que España no ha empeñado una entidad de fuerzas significativa ni ha participado en la determinación del objetivo estratégico de las operaciones. Hay que excluir de la “aestrategia” la acción en la Isla del Perejil en 2002 en defensa de la soberanía nacional. Aunque estas actuaciones han servido para mantener la operatividad, tanto de pequeñas unidades terrestres como de buques y aviones, demostrando en cada ocasión la capacitación profesional, disposición y espíritu de sacrifico de los militares españoles, se está lejos de poseer una capacidad expedicionaria real. 

A la endémica desidia de la política nacional por la Defensa, la crisis económica de 2008 vino a empeorar los ya de por si escasos recursos tradicionalmente dedicados a la FAS españolas. Esta circunstancia coincidió con el “boom” tecnológico de la Cuarta Generación Industrial y con el comienzo de la rápida y profunda reconfiguración de la geopolítica mundial y síntomas de creciente falta de cohesión en la OTAN y la UE, hechos que hacían imprescindible disponer de una concreta y creíble Estrategia de Defensa Nacional. Pero no hubo reacción práctica, aunque la última Directiva de Defensa Nacional (DDN) de 2012[15] se exponía el contexto que se veía venir, se preconizaba una “España fuerte” y capacidad de disuasión. También, por primera vez en muchos años, la OTAN era preferente a la UE, pero no hubo cambios tangibles, el mismo Gobierno que la promulgó la incumplió, España seguía sumida en su introversión. Además, los compromisos presupuestarios adquiridos internacionalmente no se cumplen; como son los de la Cumbre de la OTAN de Gales de 2014 o con la PESCO de la UE de 2017. Es un pésimo síntoma de la vitalidad y fiabilidad de un Estado el no colaborar en el burden-sharing, las alianzas están basadas en el interés mutuo y duran lo que las circunstancias geopolíticas determinan. 

Además de la ausencia de una Estrategia Militar, basada en conceptos no en tópicos, la continuidad de una Política de Defensa burocrática, la “jivarización” de capacidades de las FAS por déficit de recursos financieros y humanos y, sobre todo, la carencia de planes de innovación, han supuesto la devaluación de la capacidad operativa militar española. La falta de atención y reacción política al cambio global, la vigencia  de métodos y procesos obsoletos, que continúan aplicándose, la falta de estudios prospectivos nacionales, en conjunción con la comunidad científica y la industria, y un largo etc., provocan que la Institución Militar, sin apoyo político sólido y continuo, tenga muy reducida su capacidad de cumplir sus cometidos en la situación fluida en la que vivimos con la aminoración de la multilateralidad, hasta ahora refugio de nuestra Defensa, y a los demás efectos derivados del resurgimiento del Power Politics. 

Por otra parte, en este estado de cosas, la nueva e incierta situación de cambio mundial, no ha contribuido a mejorar la “cultura estratégica” nacional por lo que tanto el poder político, la mayoría de los medios de comunicación y la opinión pública siguen “ausentes” de los efectos, reales y potenciales para nuestra nación, derivados de la nueva Era. En estas circunstancias se produce el hecho de no priorizar la necesidad de someter a las FAS a un profundo proceso de innovación como parte de un proyecto de país, sin margen para el retraso ni a la improvisación, para posibilitar hacer frente a las necesidades nacionales específicas de Defensa y homologar nuestras capacidades con las de nuestros aliados. 

Aunque parezca obvio, hay que poner de manifiesto que las FAS son el instrumento de una estrategia y su “taxonomía”, presente y futura, depende del ambiente operativo. La secuencia: intereses nacionales, contexto (ambiente operativo), objetivos militares, modos de empleo (conceptos operativos) y medios (capacidades militares), es la esencia de la acción estratégica. Aquí se presenta el primer aspecto del problema, pues España carece en la práctica de criterio específico nacional, adoptando en su lugar como referencia las genéricas de la Alianza Atlántica[16], aunque sin materialización real, o proyectos de la UE que carecen de una referencia estratégica clara para nuestros intereses y en los que, además, se tiene poca capacidad real de influencia. La UE aún no está en disposición de enfrentar el embate de la digitalización. 

Lo anterior no quiere decir que España carezca formalmente de estrategia. El último documento publicado, la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017[17] trata todos los ámbitos, pero de forma muy general, con abundancia de tópicos y condicionada a los consensos en organismos internacionales. Baste con citar una de las líneas de acción de dedicadas a la Defensa Nacional: “Dotar a las Fuerzas Armadas de las capacidades que demanda el actual escenario de seguridad y avanzar decididamente en la convergencia con los objetivos de Defensa establecidos por la OTAN y recomendados por el Parlamento Europeo, como parte de un necesario reparto de responsabilidades, esfuerzos económicos y recursos demandados en todos los planos entre aliados y asegurar la sostenibilidad de una Defensa eficaz a largo plazo”. 

Caso que puede servir de comparación y ejemplo de lenguaje imperativo y de verdadero objetivo estratégico es la Revisión Estratégica de la Defensa y Seguridad de Francia de 2017[18], emitida posteriormente a la Estrategia Global de la UE[19], en la que se describe un proyecto de futuro para el país: “Reconstruir capacidad: consolidando nuestra autonomía estratégica, tras el Brexit, Francia será el único país de la UE miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y potencia nuclear…, Francia debe tener dos objetivos: preservar su autonomía estratégica y ayudar a construir una Europa más fuerte para enunciar el creciente número de retos globales. El mantenimiento de su libertad de análisis, toma de decisiones y actuación dependerán primariamente de la renovación de los dos componentes de su disuasión nuclear. También implica el mantenimiento de los esfuerzos de conocimiento y anticipación, particularmente en relación con la Inteligencia. Tal consolidación provocará un mayor alineamiento de las cinco funciones estratégicas: disuasión, prevención, protección, intervención, conocimiento y anticipación. Específicamente, reforzará nuestras capacidades de prevención de crisis y de Inteligencia. Esas capacidades descansarán en una fuerte e implicada diplomacia dirigida a fortalecer un enfoque integral de seguridad y desarrollo. La consolidación de nuestra autonomía estratégica también debe de ser sostenida por un incremento de la resiliencia de funciones y sectores que son críticas para la vida de la nación y abiertas a nuevas formas de vulnerabilidad”. 

Hay que tener presente que una estrategia es un mandato político y un compromiso firme, no es una declaración de intenciones sin concreción alguna en cuanto a finalidad, medidas a tomar, plazos de ejecución y recursos. En cuanto a las Directivas de Defensa Nacional (DDNs)[20], la Estrategia Militar, fue promulgada por última vez en el año 2012 que, por el tiempo transcurrido, puede asegurarse que en la actualidad España carece en la práctica de Estrategia Militar. En el nuevo contexto global y debido a su situación geográfica, se debe de reconocer, como condicionante importante de nuestra Estrategia, que España tiene un problema geopolítico, en el que concurren elementos como: ser frontera, tener territorios insulares y en el norte de África, presión demográfica exterior, “choke point” de importancia global (Estrecho de Gibraltar) que debe controlarse, vía de paso natural de África a Europa, gran dependencia energética del exterior, debilitamiento de la multilateralidad, ...etc. 

Este problema tiene su vertiente militar, o lo que es lo mismo, el problema de la Defensa española, que podía explicitarse en: “Garantizar la defensa del territorio nacional y de su población de las amenazas que surjan de acciones armadas, del ciberespacio y del espacio exterior. Disponer de las capacidades militares adecuadas y necesarias para constituir un aliado influyente, capaz y fiable.” 

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3. Enfrentando el reto 

  

El desafío al que se enfrentan las FAS españolas es su reconstrucción para enfrentarse con el ambiente actual y futuro. Durante los últimos años, las autoridades militares, analistas y periodistas han puesto de manifiesto el estado de deterioro de unas FAS pequeñas y escasamente dotadas, lo que limita su idoneidad en un momento en el que las amenazas se han multiplicado globalmente, para las que es necesario prepararse para operaciones de guerra convencional o en la “Gray Zone”. Hace tiempo que habría que haber admitido que estábamos en una situación que requería una adaptación ágil y continua, identificar los problemas que cada Ejército y la Armada deberían de estudiar para activar soluciones en sus respectivos “dominios” de manera interactiva entre ellos, mediante el intercambio de datos, y experimentarlos para competir en el nuevo contexto. Esta circunstancia habilita un concepto que engloba lo conjunto, lo que significa prepararse para entrar en el ámbito del “multidominio”. Pero de nada vale llorar sobre la leche derramada, se impone la actuación. 

La Historia demuestra que, en el ámbito militar, los saltos revolucionarios en doctrina, empleo y tecnología son altamente frustrantes, pero el caso español hay que correr “riesgos” porque es excepcional, se trata de cubrir el “hueco” de un retraso histórico y ponerse al día para afrontar el futuro. El cambio revolucionario se admite, teóricamente, como un tipo y ritmo de progreso que hace obsoletas las actuales armas, tácticas y enfoques operativos, al tiempo que hace posibles otros nuevos. 

Según, Lawrence Freedman[21] “el futuro no está predeterminado” y no puede predecirse porque depende de la relación humana con los hechos, pero se puede preparar. La Historia demuestra que las probabilidades de ser sorprendidos en el ámbito militar se pueden reducir siguiendo las condiciones del cambio y mediante la continua experimentación con nuevos medios y procedimientos. 

Partiendo del hecho de que la forma de hacer la guerra es una circunstancia que parte del volátil comportamiento de una “network” social de ámbito global[22], de un impredecible número de nodos y enlaces (edges), cuya relación responde a circunstancias coyunturales, es necesaria la constante preparación con años de adelanto para hacer frente a ese “ambiente operacional” de conflicto y competición que se debe materializar en la capacidad para actuar en un ambiente “multidominio” (terrestre, marítimo, aéreo, ciberespacio y espacio): ese el desafío. 

Esta situación está identificada y desglosada en numerosos documentos, valga de referencia The Operational Environment and the Changing Character of Future Warfare[23] del US Army Training and Doctrine Command (TRADOC) que reconoce como elementos del Ambiente Operativo, las esferas diplomática, económica, informativa y militar, que su cambio fluido afecta rápidamente a todos los aspectos de la sociedad incluida la forma de efectuar la guerra. Identifica la antes aludida “network” impulsada por el ritmo de los avances tecnológicos y científicos, así como los cambios demográficos, económicos y la urbanización, cuyos “edges” son el internet de las cosas, redes sociales y “todos los medios donde cognición, ideas y percepciones están disponibles casi al instante”. Se trata el Enviroment de forma dinámica, estableciendo plazos de desarrollo tecnológico para apoyar a escenarios operacionales. También la OTAN tiene su propia doctrina innovadora actualizada en el Framework for Future Alliance Operations 2018 Report[24] que, lógicamente, debe ser una referencia para nuestras FAS. 

El necesario cambio de paradigma militar para adecuarse al ambiente actual y futuro debe impulsarse desde una nueva concepción política para hacerla posible y la narrativa adecuada para que se comparta socialmente. Se trata de que la Fuerza Conjunta, en los próximos 20 o 30 años, sea adecuada para enfrentarse a un determinado adversario o integrarse en una alianza o coalición con protagonismo propio, lo que implica un planeamiento de la innovación en todos sus aspectos y un programa presupuestario a medio plazo que sea capaz de asegurar la necesaria generación de la capacidad militar[25] de combate compatible con el “ambiente operacional”, el apoyo de la comunidad tecnológica e industrial y la evolución de la cultura institucional que, teniendo como fundamento el ethos militar que le garantizará resiliencia, sea a la vez abierta, ágil y de confianza para enfrentarse a la complejidad de los tiempos. El programa presupuestario debería apoyarse en una Ley de Gasto plurianual como ha hecho Francia[26]. 

Una cuestión primaria para resolver es: ¿qué se entiende por innovación militar? En este análisis se toma como referencia, por su concreción y valor científico, un comentario de Daniel M. Gerstein en RAND[27], del que se deducen los siguientes criterios: 

  • En su fundamento, la innovación está relacionada con las ideas. También implica que nadie, independientemente de su rango o destino, es fuente exclusiva de la innovación. Las ideas y el pensamiento heterodoxo pueden llegar desde las FAS o del exterior. 

  • La innovación es el resultado de permanecer conectado al problema operacional a resolver, o lo que es lo mismo, debe estar sujeta directamente con una necesidad operativa. 

  • No se puede equiparar innovación con presupuestos o la adquisición de nuevos equipos, porque estos deben ser consecuencias de aquella. 

  • Aunque el pensamiento innovador sea útil para el conjunto de las FAS, no todos sus aspectos se pueden beneficiar por igual del rápido desarrollo de las tecnologías. 

  • Para el éxito de la innovación, la cultura institucional es esencial, porque para innovar, si es necesario, hay que correr riesgos, cambiar las reglas y forzar los límites. 

En el proceso innovador, el pensamiento y normas tradicionales serán, sin duda, modificados, ya que “innovación” no equivale a “modernización”. Por ejemplo, los programas anunciados para las FAS españolas en los próximos años son modernizadores, no son consecuencia de la adopción de un nuevo contexto estratégico ni aportan nuevas capacidades esenciales para actuar en red, como pueden ser: una sólida base cibernética, AI, etc., ni la definición del “ambiente operativo” en que tienen que emplearse, por lo tanto, obviando los dos nuevos “dominios”: el ciberespacio y el espacial. 

La innovación requiere un liderazgo especial, lo que Klaus Schawab denomina “systems leadership” (liderazgo de sistemas), que lo concibe como un paradigma que empodera a los individuos y organizaciones para innovar, invertir y producir valor en un contexto de mutua responsabilidad y colaboración.[28] 

Para el proceso de innovación puede servir de referencia la Revisión Estratégica de la Defensa y Seguridad de Francia de 2017[29] en al que la innovación es el motor de la estrategia: “El apoyo a la innovación y a la revolución digital deben llevar a la remoción de barreras entre los ámbitos civil y militar para crear mayor agilidad. Debe configurar el diseño y gestión del armamento y programas de adquisición. Además de la dimensión tecnológica debe impulsarse también la nueva relación entre el mundo de la Defensa y otros ámbitos de investigación para reforzar y mejorar el planeamiento de capacidades a largo plazo, planeamiento estratégico y agilidad operacional. La finalidad es que el espíritu innovador debe impregnar el Ministerio de Defensa, su organización y sus métodos de trabajo para cambiar su cultura y aceptar los riesgos inherentes. El reclutamiento, la retención de talento y la práctica deben sostener la totalidad del ecosistema de Defensa, son esenciales para esta transformación”. 

Otra cuestión que necesita fijar criterio nacional es: ¿Cuáles son los cambios probables en la tecnología militar en los próximos 20 años?  La respuesta es clave para realizar las reformas innovadoras necesarias en las FAS, la definición de las prioridades presupuestarias y la forma de afrontar tanto el planeamiento como la ejecución de las operaciones. En un tiempo de rápidos avances tecnológicos tampoco debe imperar el voluntarismo en detrimento de una innovación posible. 

Las decisiones sobre recursos de Defensa deben basarse en un análisis concreto que desglose por categorías de los principales avances tecnológicos de aplicación militar. Presumiblemente, aquellas áreas más dinámicas deberían ser las que justificasen las mayores inversiones, así como el pensamiento más creativo sobre cómo modificar tácticas y planes operativos para aprovechar las oportunidades que crean las nuevas tecnologías, en forma de vulnerabilidades de los adversarios. 

Para constituir una referencia pueden servir los criterios expuestos por Michel E. O´Hanlon en su ensayo Forecasting Change in Military Technology, 2020-2040[30], donde recomienda, como hipótesis de trabajo, introduciendo cierto grado de incertidumbre, un periodo prospectivo de dos décadas, que se considera lo suficientemente largo como para poder efectuar la necesaria extrapolación de futuro y dado que muchos sistemas de armas tardan unos 20 años en desarrollarse. 

Se admite que el pronóstico es difícil por su complejidad tecnológica, algo que se agrava por el necesario protagonismo de las FAS al presentar sus exigencias operativas.  El hecho organizativo de encajar las nuevas tecnologías, que son instrumentales, con “conceptos operacionales”, es donde se pone de manifiesto la dimensión humana del proceso, todo ello influenciado por el entorno del combate, así como las políticas domésticas y prácticas burocráticas, lo que introduce nuevas variables en la “network”. También pone de manifiesto que el cambio tecnológico de relevancia para la innovación militar puede ser más acelerado e importante en las próximas dos décadas, que lo que se ha venido produciendo en las dos anteriores, debido principalmente al imparable desarrollo computacional. 


 


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4. Tendencias tecnológicas militares 

  

La adaptación de la evaluación de las nuevas tecnologías militares a las capacidades militares españolas debe ser una labor permanente de las FAS y de la industria, basada en la necesaria adaptación del pensamiento militar al futuro, proceso imprescindible que servirá de fuente para diseñar programas para los Ejércitos y la Armada, su consiguiente experimentación y encaje orgánico. 

Pero la asunción de tecnologías digitales altera la forma tradicional de llevar acabo los programas militares y aquí la cultura burocrática muestra su inadecuación para gestionar el futuro. Por ello en abril de 2017, el entonces subsecretario de Defensa de Estados Unidos, Bob Work, creó el Algorithmic Warfare Cross-Functional Team, también conocido como Proyecto Maven. El equipo del Proyecto Maven cuenta con el apoyo de la Unidad Experimental de Innovación de la Defensa (Defense Innovation Experimental Unit, DIUx), una Unidad creada por el Secretario de Defensa, Ashton Carter, que sirve como un centro de atracción de la innovación del sector privado para resolver problemas tecnológicos militares. Ubicada en Silicon Valley, California, trata de cambiar la cultura burocrática del Pentágono asociándola a la cultura de innovación de las empresas y centros tecnológicos allí instalados.[31] 

Hay un hecho que, a pesar de su obviedad se omite y es que, para sus operaciones, las Fuerzas Militares son totalmente dependientes de la Tecnología de la Información y Comunicaciones (ICT). Los sistemas militares y tanto las plataformas como los conceptos de operaciones se devalúan sin la dotación y empleo de ICTs de última generación, que garantice capacidad y rapidez en la obtención, almacenamiento y procesos de datos. 

La necesidad militar de asimilar las actuales y futuras tecnologías lleva implícito los riesgos asumidos por ello. Encontrar el equilibrio no es fácil. Los planes militares basados en la continua adopción de nuevas tecnologías, con la finalidad de garantizar la eficacia futura, necesitan mantener la capacidad para actuar en el caso de no poder emplear los algoritmos, como la instrucción individual de combate, la capacidad física y síquica, navegación por medios tradicionales, el combate cercano y un largo etc. 

Para esbozar las tendencias tecnológicas que pueden servir de marco para la innovación de las FAS españolas se considera interesante las publicadas por la Heritage Foundation en el Informe Especial “Rebuilding America’s Military: Thinking About the Future[32] por Dakota L. Wood en el que, entre otros aspectos, fija criterios, aspectos e instrumentos tendenciales que sirven para contextualizar un hipotético futuro, donde la dicotomía plataformas vs equipos de abordo alcanza su verdadera dimensión: 

  • La literatura y planes al respecto aluden constantemente a la velocidad en todas las facetas del desarrollo humano cuyos drivers principales serán los ámbitos cibernético y digital. 

  • Proliferación tecnológica sin restricciones. Lo anteriormente referido como la “revolución tecnológica”, indica que en todos los dominios encontrará oposición por actores estatales, no-estatales e individuales. Se espera que la mayoría de los actores tendrán acceso a computadores de alta velocidad, AI, sensores avanzados, UAVs, municiones guiadas y un largo etc. 

  • Cibernética.Toda la información en algún momento estará en el ciberespacio. Los computadores y sistemas de comunicaciones constituyen vastas “networks” que están conectadas a fuentes de energía que son puntos de acceso para hackers. La ventaja y el peligro de lo cibernético es que sus operaciones pueden ser conducidas lejos de la zona de operaciones y sin necesidad de plataformas. 

  • Inteligencia Artificial (AI). La IA es un poderoso multiplicador de la potencia de combate, ya que libera personal. También incrementa la eficacia de los sistemas atendidos por militares, incrementando la capacidad propia y afectando a la del enemigo. Por último, hay que poner de manifiesto su gran impacto en la sanidad de campaña. 

  • Sistemas no tripulados. Incrementan la actuación en profundidad de las fuerzas militares. Empleo en unidad o en “enjambre”. 

  • Energía dirigida (DE). Este tipo de armas, como los láseres, están concebidas para sustituir a las municiones y aligerar la dependencia logística. Las armas DE prometen transformar el modo de hacer la guerra mediante la transformación de las actuales, desde el armamento individual, buques, aeronaves y plataformas espaciales. 

  • Hipersónico e Hiper-veloz.Estas armas y proyectiles viajan a cinco veces la velocidad del sonido, lo que le proporcionan al atacante o defensor ventaja al enemigo que no las emplee. “Hipersónico” describe armas autopropulsadas de gran alcance y muy veloces capaces de evadir la interceptación; mientras “hiper-veloz” se refiere a proyectiles lanzados por medios externos. 

  • Municiones guiadas de precisión. (PGMs). Tanto si es una bomba, cohete o proyectil es capaz de cambiar su trayectoria e incidir sobre el blanco, empleando sensores integrados en el arma o dirigidos desde el exterior. 

  • Sensores Avanzados. El avance tecnológico ha mejorado la sensibilidad y capacidad de todo tipo de sensores, mientras su coste ha disminuido y aparecido en el libre mercado. La venta libre de sistemas avanzados de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), permite proporcionar cobertura y capacidades a actores estatales y no estatales. 

A todo ello habría que añadir la problemática, principalmente de naturaleza ética, que supone el empleo de los Sistemas Autónomos de Armas (ASW). 

  

5. El camino adelante 

  

En marzo de 1999, hace 20 años, aviones F-18 españoles integrados en las Fuerzas de la OTAN participaron con los aviones norteamericanos en todo tipo de operaciones contra blancos en Serbia y Kosovo. La aportación española fue muy apreciada, su capacidad tecnológica estaba a la altura, hoy España no tiene aviones de última generación. El portaaeronaves “Príncipe de Asturias” fue dado de baja en 2013, a los 30 años de su entrada en servicio, por carecer de recursos para su mantenimiento. La pregunta es: ¿era necesario para la Defensa Nacional?, en caso negativo su baja debería haber estado prevista desde que cambiaron los condicionantes operacionales; en caso contrario habría que mantenerlo en servicio. 

¿Qué ocurrió? Lo primero de que se trata en España cuando se habla de Defensa y FAS, es de presupuestos; una vez conocido su montante, se comprueba lo que se puede hacer y se actúa en consecuencia, algo que no parece un proceso adecuado para los tiempos que corren. Empezar lo que debe ser un proceso racional por los presupuestos es un error que marca una época. La Defensa de España es un asunto de soberanía y de seguridad para la vida y bienestar de los españoles; por lo tanto, la secuencia debería ser la inversa: fijar la prioridad política, determinar los objetivos, fijar las necesidades y habilitar los recursos posibles. Lo que ocurre es que al no dotarlo de prioridad política nacional el proceso tiene la apariencia de reducirse al empleo de los residuos de un ajuste contable. 

Como ya se ha expuesto anteriormente las FAS son un instrumento de una estrategia, el resultado de un proceso coadyuvante a la resolución de un problema geopolítico; donde el tratamiento burocrático está sobrepasado y contraindicado por la complejidad del contexto, dado que tiende a un esfuerzo deliberado para tratar los elementos relevantes de un problema desde un enfoque normalizado que, en muchos casos, no tiene relación con aquellos. 

Partiendo del estado actual de la Defensa y teniendo en cuenta las consideraciones anteriormente expuestas, se considera necesario abordar el diseño de un nuevo enfoque. Para ello hay que tener como referencia el contexto geopolítico internacional, desde el pragmatismo no desde el voluntarismo. No debe depender la concepción de nuestra Defensa de criterios ajenos, como podían ser las “resoluciones del Parlamento Europeo” a las que alude la ESN de 2017, porque al ser “frontera” y “paso”, tenemos problemas específicos. Aunque suene a obviedad, los intereses nacionales españoles deben ser el fundamento de la Seguridad Nacional, cuya Defensa puede incluir la pertenencia, con valor instrumental, a alianzas o coaliciones como medios para defenderlos, pero siempre desde la mayor autonomía y capacidad de influencia, algo que sólo depende del ejercicio del poder: la soberanía que reside en el pueblo español. 

De lo expuesto se deduce que los cambios a acometer en el ámbito de la Defensa son tan profundos que requieren el diseño de una política integral y duradera con la finalidad de gestionar la complejidad y la escala global y regional del contexto, para garantizar una ejecución lo más adecuada posible. Aspectos para conformar deberían incluir: 

  • Fomentar el ethos militar como pilar de la formación, preparación y actuación de las Fuerzas Armadas. 

  • El diseño de la organización como instrumento de la estrategia, no al revés. 

  • Primar el talento y la eficacia, algo que debe estar presente en cualquier organización. La realidad es tozuda, las organizaciones que esperan sacar beneficio de la Revolución Computacional o poner en práctica una nueva estrategia no podrán conseguirlo si no disponen del personal idóneo. 

  • Ejercer “liderazgo de sistemas” para el trabajo en red tanto en la concepción, preparación y empleo de las FAS, como con la comunidad científica e industrial. 

  • Fomentar a nivel nacional el I+D+i, al tiempo de impulsar una nueva relación entre la Defensa y otros ámbitos de investigación e industria, para reforzar y mejorar el planeamiento de capacidades militares a largo plazo. 

  • Programar resultados y exigirlos. 

En el plano militar hay que enfocar las capacidades militares hacia los efectos de las amenazas y riegos directos a la Seguridad Nacional, para lo que debía establecerse como finalidad operacional conseguir la disuasión y, en su caso, garantizar la superioridad militar inicial en nuestros espacios de soberanía y sus accesos, para lo que podría articularse algo semejante a una versión adaptada del concepto operacional A2/AD.[33] Para ello, hay que tener, como poco, la “ambición conceptual” de disponer de capacidades sustentadas en sistemas de última generación. Para obtenerlas no se pueden diferir a dos decenios porque para entonces el escenario tecnológico y operativo será otro. 

No existe nada más caro que aquello que se pierde por no protegerlo, así como lo que se mantiene o adquiere siendo obsoleto. 

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Enrique Fojón Lagoa es Coronel de Infantería de Marina (Ret) y Doctor en Relaciones Internacionales. Forma parte del equipo de investigadores del Centro de Seguridad Internacional del Instituto de Política Internacional. 

  

[2] SCHWAB. Klaus. The Fourth Industrial Revolution. World Economic Forum 2016. 

[3] Política de las Grandes Potencias. Los antecedentes históricos demuestran que en este escenario existen la Grandes Potencias y los demás países. Quiere decirse que las Grandes Potencias son los actores estratégicos, y lo son por el reconocimiento de los otros y tienen capacidad de cambiar el Orden Internacional. Como declaró Lord Palmerston “no tenemos aliados eternos ni enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y a esos intereses es nuestro deber seguirlos” 

[6] ALLISON, Graham. Destined for War: Can America and China Escape Thucydides's Trap? First Mariner Books 2018.  La alusión es a un argumento en la obra de Tucídides Historia de la Guerra del Peloponeso sobre la Guerra del Peloponeso, en el siglo 5º AC, en el que narra la guerra entre Esparta y Atenas, describiéndola como inevitable a causa del “crecimiento del poder de Atenas y la alarma que inspiró a Esparta”. 

[8] FERGUSON. Niall. “The Square and The Tower: Networks, Hierarchies and the Struggle for Global Power”. Penguin Random House. London 2018Pags. 397 y 398 

[13] FERGUSON, Niall. Kissinger: 1923-1968: The Idealist. Penguin Books. 2016. Pag 310. 

[20] La Ley Orgánica de la Defensa Nacional 5/2005 en su Art. 6 prescribe que el Presidente del Gobierno emitirá la DDN. No es un asunto discrecional, es un mandato legal. 

[21] FREEDMAN, Lawrence. “The Future of War: A History”. Penguin Books. 2017 

[22] FERGUSON. Niall. “The Square and The Tower: Networks, Hierarchies and the Struggle for Global Power”. Penguin Random House. London 2018. 

[25] La capacidad militar se puede definir como la habilidad para conseguir el efecto deseado en un determinado ambiente operativo. Se define por tres factores independientes: disponibilidad, sostenibilidad y estructura de fuerza. 

[28] SCHWAB. Klaus. Shaping the Fourth Industrial Revolution. World Economic Forum. 2018. Pag 221. 

[33] El concepto A2/AD es particularmente complejo al evolucionar con la tecnología, lo que permite la vigilancia de extensas zonas y la oportuna intervención en ellas. La operatividad de este concepto se orienta en dos actividades diferentes y complementarias: la prohibición a un oponente del acceso a zonas de interés estratégico y si entra se le niega la libertad de acción. https://www.researchgate.net/publication/326649297_A2AD_Concept_in_the_Modern_Security_Environment 

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