Rusia ha esgrimido, sin duda con éxito, su arsenal nuclear, el mayor del planeta, en su estrategia de disuadir una intervención militar directa de la OTAN en ayuda a su aliado ucraniano. De esta manera, Moscú, al emplear la amenaza nuclear como una herramienta para destruir la soberanía nacional de un estado miembro de la ONU, ha dado un golpe certero y quizás mortal al régimen nuclear global imperante, fraguado durante la Guerra Fría y que por ahora ha restringido el uso de estas armas a dos días de agosto en 1945 en Hiroshima y Nagasaki. Por suerte, a pesar del deterioro en las relaciones entre las grandes potencias nucleares en las últimas décadas, los fundamentos del orden global de gobernanza nuclear son más sólidos y menos frágiles de lo que se temía (seguir leyendo)
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