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Hay otro futuro tras la pandemia

Centro para el Bien Común Global

Dr. Enrique Fojón 

Con hechos a escala global, tales como restricción de vuelos comerciales, reactivación de fronteras o desintegración de economías, se constata que corren tiempos extraordinarios. Se presenta, entre otros, el problema de si el vocabulario al uso es útil para describir y analizar una ruptura tan brusca con el pasado. La Historia recuerda que cuando ocurren hechos como la pandemia en curso, se desvanecen parte de los paradigmas que han dirigido nuestras vidas. 


La crisis, o la catástrofe viral, que afecta al mundo conforma una situación de alta fluidez de acontecimientos, algo difícil de analizar dado que los fundamentos de las posibles evaluaciones se modifican continuamente. Por lo tanto, queda como recurso exponer las apreciaciones y opiniones más coincidentes. No se sabe lo que puede venir, pero se deben escrutar qué oportunidades podrían presentar la fluidez, tanto para hacer frente al presente como para contemplar el futuro.  A medida que el brote de Coronavirus se extiende por el mundo, también lo hace la opinión de que se está ante un cambio global. Aspectos como los sociales, culturales, económicos y geopolíticos de la crisis solo permiten entrever que el hecho pasará a la Historia como algo de gran impacto económico, cultural, físico y sicológico. 


En algún momento, la vida volverá a una normalidad, pero no será la misma que antes. La población asiste prevenida a los acontecimientos de las últimas semanas mientras se conciencia de lo poco preparadas que está para una crisis de estas características. Como resultado, muchas personas están reconsiderando tanto sus hábitos de gasto como la importancia relativa de sus necesidades. Algunas de estas adaptaciones temporales se convertirán en permanentes, a medida que las personas descubran que las prefieren a viejas formas de comportamiento. 


En la sociedad 

El efecto Coronavirus incide de lleno en las debilidades humanas ya que, con carácter general, nuestros civilizados cerebros no están adaptados para valorar probabilidades, calibrar riesgos, prever y asimilar cambios disruptivos o gestionar un alto grado de incertidumbre. El contexto social, saturado de información y con una limitada capacidad cognitiva para el análisis de la situación, se encuentra desorientado. En esta situación, la actividad sin pausa de los medios de comunicación, realimentados permanentemente por inputs políticos, configura un ambiente informativo susceptible de manipulación. 


En el ámbito mediático internacional han surgido un gran número de “técnicos” en crisis que, en este tipo de situaciones, orientan el relato desde motivaciones ideológicas, egoístas o simplemente como rutina laboral, justificándolo, normalmente, en criterios altruistas. Es opinión generalizada que esas situaciones se conforman como un sistema saturado de información, normalmente contradictoria, de la que solo se puede extraer un conocimiento muy limitado y los resultados normales de la desinformación.


Hasta ahora, la sensación general es que el Estado ha sido y es, el “actor” de la crisis. Se ha venido pretendiendo que el Estado moderno elimine la incertidumbre y, en el proceso, las poblaciones quedarían mentalmente inmunizadas contra esa triste constante en la vida humana. Pero con sus numerosos organismos inmersos en la burocracia y en un laberinto normativo, las instituciones estatales también están habituadas a convivir con lo incierto. Lo que no es óbice para que tanto el mismo Estado como los ciudadanos sobreestimen la capacidad estatal para responder a cualquier tipo de crisis o problema, consecuencia de ello es la creencia en que todo es posible y, además, se hará con rapidez y eficiencia. Pero la cambiante tenue línea de separación entre inacción y reacción se desplaza demasiado rápido para que las instituciones y los individuos valoren la situación y, por lo tanto, contemplen expectativas. 


La crisis ha puesto de manifiesto, una vez más, las diferencias entre las sociedades abiertas y cerradas. El publicado retraso de China en informar sobre los orígenes y los momentos del brote es muy posible que fuese la causa de que el resto del mundo estuviera menos preparado. El secretismo y la desinformación no facilitaron la gestión tanto en China como en Irán, donde el impacto se vio agravado por la rigidez religiosa y el hermetismo informativo que se conforma como un ámbito de zona gris. Turquía también parece haber practicado la penumbra informativa. Como caso opuesto, puede citarse a Italia donde las ventajas de la apertura de ese país se han visto perjudicadas por su amplia conectividad con el resto del mundo, en particular con China. 


La crisis ha afectado salvajemente al comercio y turismo mundial, considerados como rasgos de modernidad y unos de los fundamentos de las nuevas economías. Esos factores, junto con las estrechas interconexiones entre economía y demografía, tendrán que ser reconsiderados. La reconstrucción de sistemas globales para sobrevivir a una crisis de salud requiere, entre otras medidas, la capacidad de imponer fronteras, redistribuir las cadenas de fabricación y suministro, ajustar las expectativas salariales y de beneficios, mejorar la rapidez en la investigación rápida, implementar capacidades de desarrollo, y reubicar estratégicamente industrias importantes en los territorios nacionales. 


En geopolítica y economía 

El cierre de fronteras y la adopción de medidas de todo tipo se ha encargado a la gestión pública. La respuesta al peligro ha puesto en evidencia la idoneidad y eficiencia del Estado y las idiosincrasias de las sociedades. China tardó en reaccionar, pero lo hizo con eficacia, dada su enorme población. También, como ejemplos de eficacia pueden considerarse Singapur, Taiwán y Corea del Sur. En el denominado Occidente, la reacción ha sido más lenta y tardía, a la vez que estatalmente individualizada. 


La Historia muestra que las plagas no han acabado con situaciones de competición entre grandes potencias, ni han promocionado una mayor colaboración o, lo que es lo mismo, no se verá alterado el espíritu competitivo de la política internacional. Opinión muy compartida es que la neutralización de la gran convergencia, producto de la globalización, será un hecho y que los Estados servirán como refugios. Se traducirá en un abandono de la hiperglobalización, a medida que los ciudadanos se vuelven hacia sus gobiernos buscando protección y las empresas quiera reducir vulnerabilidades. La competición entre China y Estados Unidos adquirirá nuevos perfiles. 


El modelo actual de globalización económica se configuró durante el tránsito entre siglos. Una interpretación bastante extendida es que su génesis consistía en trasladar parte de la producción a China, a la vez que, mediante ingeniería financiera, se mantendría el equilibrio financiero internacional. La crisis de 2008-2009 ya demostró que el enfoque globalizador, para suavizar los "desequilibrios en el desarrollo económico mundial" era completamente erróneo ya que las soluciones habilitadas no desactivaron la fragilidad del sistema.


Como consecuencia del trauma pandémico, Occidente se ha replegado sobre sí mismo. El coste de esta actitud en vidas, pérdidas de negocios y en aumento de la deuda pública es difícil de prever, pero se apunta a que la disrupción tendrá carácter transformador. La visión de que la pandemia ha impactado sobre un contexto frágil, el resultado de la Globalización tiende a asignar la culpa de los desajustes a la cooperación necesaria del idealismo de cierto segmento dirigente de la sociedad occidental que, al perseguir la igualdad global, centralizó las redes mercantiles y trasladó la base de las cadenas de abastecimientos a China. 


Las consecuencias negativas del coronavirus en la industria y comercio de China se exportaron mediante la emigración del efecto por las “cadenas de abastecimientos” inyectando en la economía occidental una gran fragilidad, convirtiendo la dependencia de Beijing en una enorme vulnerabilidad geopolítica. 


Según diversas informaciones, China se ha visto gravemente afectada por la pandemia.  La industria y servicios se desplomaron en febrero, las ventas de automóviles se hundieron un 80% récord y las exportaciones cayeron un 17,2% en enero y febrero. Se constata una ralentización económica. La recuperación económica del país tendrá dificultades, ya que la demanda externa disminuye. Por su parte, la OCDE revisa a la baja las predicciones económicas de Japón, Corea del Sur y Australia. Se da por hecho que Europa y Japón ya estén en territorio de recesión, dada su alta dependencia del comercio. Habrá que estar pendientes del comportamiento de Estados Unidos, pero se prevé una contracción de su PIB en el segundo trimestre. 

  

Los mercados bursátiles fueron los primeros en reaccionar, sirviendo de indicador de la magnitud del problema. El bitcoin acusó el impacto, pero las expectativas no son malas. El lado financiero positivo de la pandemia lo ha tenido el auge del teletrabajo, working from home (WFH). Con el éxito de las correspondientes aplicaciones para el teletrabajo o WHF, es de esperar ver el auge de modalidades como la protección independiente[i], trabajo remoto[ii], y aplicaciones de software remoto como Zoom y Slack. Hay empresas que han ofrecido a su personal puestos de WFH para competir con startups controladas remotamente. Se prevé que esta tendencia se consolide en el futuro. En pleno crack financiero, empresas como Zoom Video Communications multiplica sus ganancias por mil. 


Una visión constructiva del escenario de futuro la expresa Douglas Kiereini en el Daily Bussiness[iii] al preconizar que la pandemia habilita un ambiente idóneo para poner en práctica nuevas ideas, al catalizar la innovación y precipitar el cambio. Las pautas culturales y de negocio, lo que se ha venido considerando normal durante mucho tiempo, han sido cambiadas por la pandemia: “El WFH estaba en desarrollo, pero "trabajar desde casa" es ahora la nueva norma. Dará lugar a una gran cantidad de cambios en el lugar de trabajo que afectan el trabajo en equipo, la productividad, la colaboración y la comunicación (…). Con la popularidad de Netflix, la compra de alimentos por reparto, Amazon Prime, banda ancha ultrarrápida y Peletons, parece como si hubiésemos pasado la última década preparándonos para este momento”. La pandemia acelerará los cambios en estilo de vida, que ya estaban en ciernes. Empresas como Postmates e Instacart ya ofrecen opciones de entrega "sin contacto". Ofertas similares evolucionarán, y pronto, una ola de innovación, diseñada para nuestra nueva forma de vida y trabajo, desaparecerá, y los historiadores probablemente marcarán la actual pandemia como el inicio para el cambio social a largo plazo. 


Los efectos depresores de la pandemia sobre la economía global y las interrupciones de las cadenas de suministro están sin duda impulsando el último clavo en el ataúd de los globalistas. Se creía en la teoría del inglés David Ricardo (1773-1823) que preconizó que el libre comercio entre las naciones beneficiaría a todos ellos. Abogó por la ventaja comparativa del libre comercio y la especialización industrial. Incluso si un país es más competitivo en todos los ámbitos que sus socios comerciales, esa nación sólo debería concentrarse en las áreas en las que tiene la mayor ventaja competitiva. 


Pero el modelo comercial simple de Ricardo requiere economías en equilibrio estático con pleno empleo, sin déficits comerciales o superávits, y niveles de vida similares. Estos no son posibles en el mundo real. Tampoco se tenía en cuenta a los países en diferentes etapas de desarrollo, manipulaciones de los tipos de cambio o socios comerciales con enormes diferencias salariales, como es el caso de Estados Unidos y China. Como resultado, China puede producir cualquier producto fabricado más barato que Estados Unidos, lo que explica el déficit comercial crónico que Estados Unidos tiene con China. 


La pandemia es una desgracia que abrirá un nuevo contexto geopolítico mundial. Los cambios de paradigma, en todos los aspectos, proliferarán. Lo que ha sido una constante en la Historia se mantendrá incólume: la naturaleza humana. 


_____ 

Enrique Fojón, Coronel de Infantería de Marina (Ret) y Doctor en Relaciones Internacionales. Forma parte del equipo de investigadores del Centro de Seguridad Internacional (CSI) del Instituto de Política Internacional (IPI). 

  

  

  

[i] Capa de Protección Independiente (IPL) es un dispositivo, sistema o acción que sea capaz de impedir que un escenario se dedique a la consecuencia no deseada sin verse afectado negativamente por el evento iniciador o la acción de cualquier otra capa de protección asociada al escenario. 

[ii] Un trabajo remoto es aquel efectuado lejos de la oficina. Puede ser desde el hogar hasta in itinere, como el de un representante. 

 

 

 

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