Jorge Torres
Tras casi ocho años desde la caída de Gadafi, Libia sigue sin conocer la paz. El país que otrora fue una tierra de oportunidades para millones de inmigrantes (procedentes de Mali y Níger, principalmente), se encuentra inmerso en una guerra civil que ha dividido el país. Tras el derrocamiento del dictador a manos de una coalición internacional encabezada por Reino Unido y Francia, una pléyade de actores ha emergido en el país norteafricano. Prácticamente, cada ciudad cuenta con su propia milicia, los grupos terroristas medran merced al desorden y al caos, y los tuaregs y varias tribus del sur que actúan de forma independiente.
La situación actual corre el peligro de quedar estancada sine die, condenando al país norteafricano a la deriva e incluso a la desintegración[i]. Ante este panorama surge la duda de si el derrocamiento del coronel Gadafi ha sido positivo, tanto para los libios como para el resto de la comunidad internacional.
Pese a estar respaldada por Naciones Unidas[ii], las operaciones “Odisea al amanecer” y “Protector unificado” han sido vistas como una injerencia occidental en un país árabe que, además, posee una de las mayores reservas de petróleo de África. Como señala el profesor Echeverría, otros actores internacionales han apuntado que “Occidente aún pretende dominar el mundo” (China) o calificando la intervención como una “cruzada medieval” (Rusia)[iii]. Sin embargo, cabe señalar la aquiescencia de la Liga Árabe, y la gran importancia que tuvo para evitar más que probable masacre de civiles a manos de las fuerzas del coronel Gadafi. No obstante, la intervención en Libia puso de relieve tres realidades:
Primero, que pese al liderazgo político franco-británico, la participación estadounidense ha sido vital para el éxito de las operaciones. Sin los bombarderos invisibles de los B-2, o los misiles Tomahawk provenientes de la VI Flota, la derrota de las tropas leales al dictador se hubiese tornado más compleja. Además, como destacó el Secretario de Defensa, Robert Gates, ante sus homólogos en la OTAN, la organización se había convertido en una Alianza de dos círculos: aquellos países especializados en seguridad blanda, como mantenimiento de la paz y ayuda humanitaria, y los países que están dispuestos a combatir poniendo medios para ello por otro.
Segundo, que la Unión Europea volvió a mostrar su debilidad, una vez más. Mientras que Francia y Reino Unido capitaneaban la operación, Alemania se abstenía en la votación de la Resolución 1973. Además, sólo seis de los Veintiocho Estados miembros participaron en la Coalición.
Por último, que parece evidente que la intervención no ha cumplido su objetivo de proteger a la población. Como veremos a continuación, hoy en día el conflicto se ha enquistado. Las diversas milicias -que llegaron a contarse por centenares-, han reducido su número, lo que ha incrementado su poder. La violencia interétnica se ha recrudecido, y la sombra del terrorismo sigue estando presente.
Situación actual, las dos partes del conflicto
Actualmente los principales bandos del conflicto son dos. Por un lado, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), presidido por Fayez Al-Sarraj y con sede en Trípoli. Este régimen es fruto del Acuerdo Político Libio, firmado en la ciudad marroquí de Sjirat en diciembre de 2015 y cuenta con el respaldo de Naciones Unidas[iv]. No obstante, pese a tener una misión desplegada allí (UNSMIL por sus siglas en inglés), este apoyo internacional es más nominal que real. El principal apoyo interno del régimen del GAN son varias milicias del Oeste del país cuyo denominador común es su ideología islamista[v], siendo la de Misrata su mayor exponente. A escala internacional, sus principales valedores son Turquía y Qatar. El territorio bajo su control comprende la capital, Trípoli y las ciudades costeras del Oeste.
Al otro lado del tablero, se encuentra la Cámara de Representantes (CR). Tras la victoria de los liberales en las últimas elecciones (junio de 2014), los islamistas dieron un golpe de Estado y tomaron Trípoli. Ante la imposibilidad de permanecer en la capital, los miembros electos se trasladaron a Tobruk y Al Baida. Como principal soporte nacional, la CR cuenta con el Ejército Nacional Libio (ENL) a las órdenes del general Khalifa Haftar.
Khalifa Haftar fue un antiguo general del régimen de Gadafi. Durante la guerra con Chad, fue capturado por fuerzas enemigas y rescatado por operaciones especiales estadounidenses.
Tras esto, se unió a la oposición contra Gadafi y apoyó varios intentos de golpes de Estado contra él. Tras su fracaso, vivió veinte años en Estados Unidos, llegando incluso a nacionalizarse. Tras la Primavera Árabe en Libia, Haftar volvió a territorio libio. Pero no sería hasta el año 2014 cuando lanzaría su “Operación Dignidad” contra los islamistas y terroristas del DAESH en el Este del país. Desde entonces, y tras su éxito en acabar con los grupos terroristas de la región, la CR lo nombra Comandante en Jefe del Ejército Nacional Libio. A continuación, Haftar marchó por el sudoeste del país (Fezzan) tomando en septiembre de 2016 el conocido como “oil crescent”, el centro energético más importante del país, cerca de Sirte. Además, consiguió tomar Bengasi en 2017, tras tres años de asedio. Estas victorias han dado a Haftar y la CR el control del 80 por ciento del territorio libio. Este gobierno, pese a no contar con el reconocimiento oficial de Naciones Unidas, tiene poderosos valedores internacionales: Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Rusia, Arabia Saudí y Rusia.
La situación es mucho más compleja de lo que refleja este esquemático resumen. Existen varios grupos y tribus que operan de manera independiente, en especial en la zona sur y sudeste del país (en especial los tuaregs). Además de esto, son muchos los factores que tornan muy compleja la resolución del conflicto libio. No obstante, son dos las variables determinantes que condicionan al resto. Una en clave interna, y la otra en el plano internacional.
Libia es un país tribal. Como muestra el actual conflicto, la casi totalidad del esfuerzo bélico recae sobre las milicias locales de cada ciudad. Ante la ofensiva del general Hafter sobre Trípoli, por ejemplo, las fuerzas del GAN apenas contaban con 5.000 milicianos a sus órdenes, mientras que los islamistas de “Amanecer Libio”, que dominan Misrata, contaban con 18.000[vi]. Como señala el profesor Echeverría, “los países que contribuyeron al derrocamiento de Gadafi no tuvieron en cuenta la consideración más esencial en relación con este estado norteafricano: la naturaleza del mundo árabe-bereber y los aspectos tribales en particular”[vii]. Esta multiplicidad de actores enfrentados entre sí, hace casi imposible una solución que complazca a todos. Además, los motivos que subyacen en estas disputas van más allá de la política, lo que supone una dificultad añadida a la resolución de los conflictos.
El apoyo exterior
Uno de los factores más importantes en la resolución de cualquier conflicto es el papel de los actores externos. En este sentido, a mayor implicación de éstos, mayor será la dificultad para resolver el conflicto[viii]. En el caso libio, existe una importante participación de potencias extranjeras en ambos bandos.
Como hemos señalado al principio, el GAN cuenta con el respaldo de Turquía y Qatar. Ambas potencias respaldan al régimen de Trípoli por diversos motivos. Uno de ellos es su afinidad en la interpretación del islam y su representación política. El hecho de que el GAN tenga lazos con los Hermanos Musulmanes es un factor clave en este sentido. Además, cuenta con el reconocimiento internacional de Naciones Unidas. Pese a ello, la Cámara de Representantes también goza de un nutrido grupo de países aliados. Es el caso de los Emiratos Árabes Unidos que junto a Egipto están armando al ENL de Haftar. Además, en el caso de Egipto, su apoyo a la CR y Haftar se debe al antagonismo del actual gobierno egipcio hacia los Hermanos Musulmanes.
Otro de los aliados de la CR es Rusia. Una de las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Putin es la impresión de millones de dinares libios, motor indispensable para la guerra. Además, este país ha bloqueado en el Consejo de Seguridad cualquier resolución que pudiese afectar a Haftar. El siguiente aliado de la CR y Haftar es Arabia Saudí. Es su lucha por convertirse en la potencia predominante en Oriente Medio, el gobierno de Riad da apoyo al general Haftar. La mejor prueba de ello es la visita del general libio a Riad el 27 de marzo, donde se reunió con el príncipe heredero, Muhamad bin Salman, que además es ministro del interior y jefe de la inteligencia saudí. Se especula que en esta visita, Haftar aceptó una cuantiosa ayuda económica que ha hecho posible su ofensiva sobre Trípoli[ix].
Pero no todo el apoyo al CR y Haftar proviene de estos países. En el seno de la propia Unión Europea existe disparidad de opiniones. El caso más evidente es el de Francia. Si bien, por un lado, como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU respalda al GAN, también ve con buenos ojos al general Haftar y su lucha contra los islamistas. De hecho, ésta es una de las bazas que están jugando Haftar y la CR para conseguir el visto bueno de la comunidad internacional. Enarbolando la lucha contra el terrorismo, Haftar quiere identificar al gobierno de Trípoli como protector de extremistas violentos[x]. No obstante, cabe señalar que el propio ENL cuenta entre sus filas a radicales salafistas[xi], lo que cuestiona las verdaderas intenciones del general libio. Pese a todo, el gobierno francés ve a Haftar como parte de la solución[xii]. Por otra parte, otros gobiernos europeos, como el italiano, se decantan por la solución que surgió del proceso de Sjirat.
Sin embargo, no sólo en la UE existe disparidad de opiniones. En Estados Unidos, el presidente Trump parece no compartir la opinión de su propio Secretario de Estado, Mike Pompeo. Tras una conversación telefónica con el general libio, el presidente estadounidense declaró que ambos comparten la idea de una transición que dote a Libia de un sistema democrático estable[xiii]. Estas declaraciones fueron realizadas una semana después de que Pompeo afirmase que no había una solución militar a la crisis libia. Con esta aseveración, el presidente Trump parece seguir su propio instinto y se aleja de las posiciones de su Departamento de Estado. No obstante, es importante señalar que Libia nunca ha estado, desde la caída de Gadafi, entre las prioridades estratégicas de Estados Unidos. Sólo tuvo una mayor relevancia tras el asesinato de su embajador en Bengasi en septiembre de 2012. E incluso tras este suceso, el interés de Washington se ha limitado a la lucha contra grupos terroristas que operan en el Magreb y el Sahel. Por tanto, podemos afirmar que Estados Unidos apenas posee un enfoque táctico, que ni mucho menos se asemeja a una estrategia[xiv].
Conclusiones
Por tanto, con un gobierno estadounidense que no cuenta a Libia entre sus prioridades estratégicas, con una Unión Europea inoperante y sin rumbo fijo, con multitud de actores con intereses encontrados… ¿es posible una solución pacífica? La respuesta es evidente: por ahora no. Como nos demuestran los casos de Ucrania y Siria, entre otros, nos encontramos en un cambio de paradigma. O, mejor dicho, en un retorno. Como señala Robert Kagan en su libro El retorno de la historia y el fin de los sueños, el orden internacional que hemos conocido se encuentra en crisis. Tras la caída del Muro de Berlín, algunos dieron por hecho que la humanidad había superado el último obstáculo hacia la convivencia pacífica entre naciones. Que la democracia se expandiría hasta el último rincón de la Tierra y la paz reinaría entre las naciones. El fin de la historia lo llamaron. Todo lo contrario.
Los hechos acaecidos en la última década nos muestran lo erróneo de estas creencias, lo efímero que es nuestro sistema internacional. En el seno de nuestras sociedades posmodernas europeas cuesta comprender qué supone el cambio de paradigma. Y hasta cierto punto es comprensible esta renuencia a admitir la realidad. Un continente que ha sido asolado por la lucha de poder, difícilmente podrá asumir el fin del sueño kantiano. Sin embargo, es imperativo que las naciones europeas resurjan y asuman el papel que les toca en el mundo. Deben participar en el rediseño del sistema internacional, convertirse en “jardineros”[xv], asumir la vuelta de la competición por el poder.
¿Qué ocurre con España? Hemos hablado de la posición de Estados Unidos y de los principales países europeos, pero nos resta el nuestro. La discreta aportación de nuestro país a la misión de la OTAN en Libia pone de manifiesto la necesidad de reevaluar nuestros intereses nacionales. No es lógico que nuestro país dé mayor relevancia a la misión de la ONU en Líbano, por ejemplo, donde España ha desplegado un contingente de hasta 1.100 hombres y mujeres[xvi]. En cambio, en Libia apenas se ha desplegado una fragata, cuatro F-18 y un avión de vigilancia marítima. Esta participación se sitúa muy lejos de las aportaciones tanto francesas como británicas, y muy cerca de las danesas y belgas (que han aportado seis F-16). Por tanto, parece haber una gran contradicción en nuestro gobierno.
Por un lado, en los principales documentos oficiales encontramos al Norte de África como una “prioridad estratégica para España…”[xvii] e incluso se señala el caso de Libia como de “mención especial, por su proximidad geográfica y condición de puerta de acceso de buena parte de la inmigración irregular subsahariana al Mediterráneo”. Sin embargo, la realidad es la contraria.
Más allá de estas contradicciones, España debe replantearse si desea continuar con su vocación global, apenas creíble si quiera sobre el papel, o que se produzca una catarsis en el seno de nuestras instituciones que nos permita bajar a la tierra y establecer una serie de prioridades estratégicas únicamente acordes con nuestro interés nacional, porque “el que mucho abarca, poco aprieta”. Por tanto, si Europa y los países que la conforman no aceptan la realidad y siguen dormitando, serán otros los actores que ocupen su lugar. Como señala Kagan, “el futuro orden internacional será establecido por aquellos que tengan el poder y la voluntad colectiva de darle forma. La cuestión es si las democracias liberales del mundo volverán a estar a la altura de ese reto”[xviii]. Mientras tanto, Libia sigue esperando.
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Jorge Torres, colaborador del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) y Máster en Global Security por la People´s Friendship University of Russia (PFUR)
[i] “La Libye, trois ans plus tard: un pays à l`abandon”, Le Monde Diplomatique, 19 de marzo de 2014. Citado en: FUENTE CABO, Ignacio: Libia y Túnez: dos transiciones contrapuestas, en: Evolución del mundo árabe: tendencias, Cuadernos de Estrategia nº 168, Instituto Español de Estudios Estratégicos, octubre 2014, Madrid.
[ii] Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, de 17 de marzo de 2011.
[iii] ECHEVERRÍA JESÚS, Carlos. “Revueltas, guerra civil tribal e intervención extranjera en Libia, Anuario Español de Derecho Internacional, v.27, p.185-201, junio 2015. Disponible en línea: https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/anuario-esp-dcho-internacional/article/view/2555 “Alianza Atlántica. Tiempos sombríos para la OTAN”, ISPE, nº750, 20 de junio 2011, p.4. Citado en: ECHEVERRÍA JESÚS, Carlos. “Revueltas, guerra tribal… op.cit. p.193.
[iv] Apoyado por la resolución 2259 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del 23 de diciembre de 2015
[v] ECHEVERRÍA JESÚS, Carlos. “La naturaleza de la inestabilidad crónica agravada en Libia desde 2011 y sus consecuencias en términos nacionales e internacionales”, Doc. Investigación-11/2016, IEEE, Madrid. Disponible en línea: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_investig/2016/DIEEEINV11-2016_Naturaleza_Inestabilidad_Libia_desde2011_CEcheverria.pdf
[vi] ROBLIN, Sebastien. “You missed this: there is a strange air war raging over Libya. The wat in the sky the Media is not covering”, National Interest, 20-04-2019. Disponible en línea: https://nationalinterest.org/blog/buzz/you-missed-there-strange-air-war-raging-over-libya-53372
[vii] ECHEVERRÍA…op.cit. p.4
[viii] O viceversa. Puede darse el caso que el conflicto se resolviese si los actores externos, con capacidad de influir sobre los actores domésticos, orillasen a éstos a finalizarlo
[ix] MALSIN Jared, SUMMER Said. “Saudi Arabia promised support to Libyan Warlord in push to seize Tripoli”, The Wall Street Journal, 12-04-2019
[x] La propia Francia ha reconocido que sus fuerzas especiales han operado junto a Hafter en Bengasi. En RAGHAVAN, op.cit.
[xi] Seguidores del líder espiritual saudí Rabee Madkhali.[xii] PEREGIL, Francisco. “Jalifa Hafter, el hombre fuerte de Libia que intenta tomar Trípoli”, El País. 16-04-2019. Disponible en línea: https://elpais.com/internacional/2019/04/13/actualidad/1555145572_659350.htm
[xiii] COOK, Steven A. “Loving Dictators is as American as Apple Pie”, Foreign Policy, 26-04-2019
[xiv] SAINI FASANOTTI, Federica. “With Haftar attacking Tripoli, the US needs to re-engage on Libya”, Brookings, 25-04-2019. Disponible en línea: https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2019/04/25/with-haftar-attacking-tripoli-the-us-needs-to-re-engage-on-libya/[xv] Alegoría utilizada por Robert Kagan para explicar el papel de Estados Unidos como garante del sistema internacional. Véase: KAGAN, Robert. The jungle grows back: America and our imperiled world”, Alfred A. Knopf, New York, 2018.[xvi] Tarilonte, Elena, “Diez años en el sur del Líbano”, Revista Española de Defensa, octubre 2016. Disponible en línea: http://www.defensa.gob.es/Galerias/gabinete/red/2016/red-332-libano.pd
[xvii] Estrategia de Seguridad Nacional de 2017, p. 44. Disponible en línea: https://www.dsn.gob.es/sites/dsn/files/ESN2017_capitulo_3.pdf[xviii] Citado de TORRES SOSPEDRA, Jorge, “La Estrategia de Defensa Nacional Estadounidense: el retorno de la historia y el fin de la utopía”, Artículo de Opinión 01/2019, IEEE, Madrid. Disponible en línea: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2019/DIEEO01_2019JORTOR-ESN.pdf
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