Javier Gil Guerrero
Hace 43 años Irán pasó de ser una monarquía aliada de Occidente y garante de la estabilidad en el Golfo Pérsico, a un estado revolucionario resuelto a subvertir el statu quo de Oriente Medio. Epicentro de los desafíos más graves a los que se han enfrentado Estados Unidos e Israel en la región en las últimas décadas, la República Islámica de Irán es una potencia regional revisionista que comparte con países como Rusia, China o Venezuela la voluntad de imponer un orden mundial.
Desde el triunfo de la revolución islámica en 1979, el régimen iraní ha vivido obsesionado con asegurar la pervivencia del sistema político instaurado tras la caída de la dinastía Pahlavi. La inmediata confrontación con Estados Unidos por la crisis de los rehenes en noviembre de 1979 y la larga guerra con Irak entre 1980 y 1988 son la experiencia formativa tanto de la joven República Islámica como de sus líderes. Un régimen que, desde su fundación, ha sobrevivido a las sanciones, el recelo y la enemistad de sus vecinos y, en mayor y menor grado según los años, el aislamiento internacional. Estas circunstancias han dejado una profunda impronta de resentimiento y desconfianza hacia el exterior entre los líderes del país.
A grandes rasgos, el principal objetivo que ha marcado desde 1979 la política exterior y de defensa de Irán es la supervivencia de la revolución. Aquí no nos referimos a la conservación de Irán en cuanto nación soberana, sino a su forma política: la República Islámica. Los siguientes principios que han guiado la doctrina militar iraní son la integridad territorial y la autonomía estratégica del país. Exportar la revolución y lograr una hegemonía regional son los últimos objetivos que explican la política de Irán. Teherán identifica a Israel y Estados Unidos como la principal amenaza para todos y cada uno de los objetivos expuestos.
Por ello, cada principio conlleva la necesidad de expulsar a Estados Unidos de la región y acabar con la existencia del estado de Israel. La élite dirigente de Irán no sólo está convencida de que Israel y Estados Unidos son un obstáculo para su hegemonía, sino que conspiran activamente para destruir la revolución desde antes incluso de que esta triunfara. (Seguir leyendo)
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