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África y el flanco sur de la OTAN: la dimensión olvidada de la seguridad transatlántica

Ignacio Fuente Cobo 

Es bien sabido que la Alianza Atlántica se fundó en 1949 como una organización de defensa colectiva, con la misión principal de hacer frente a la amenaza planteada por la Unión Soviética. Complementariamente, la OTAN formaba parte de un esfuerzo más amplio para impedir el resurgimiento del militarismo nacionalista en Europa, lo que se lograba a través de una fuerte presencia militar norteamericana cuyas garantías de seguridad debían, al mismo tiempo, favorecer la integración política europea. 


Este compromiso de defensa colectiva, que venía recogido de una manera muy explícita en el artículo 5 del tratado de Washington, no tenía un carácter geográfico global sino regional, de manera que la OTAN solo consideraba responder a los ataques armados cuando estos se produjeran contra el territorio de cualquiera de las Partes, bien en Europa o en América del Norte, bien contra los departamentos franceses de Argelia , bien contra el territorio de Turquía o contra las islas bajo la jurisdicción de cualquiera de las Partes en la zona del Atlántico Norte al norte del Trópico de Cáncer. Es decir, el tratado fundacional de la OTAN no decía nada respecto a lo que décadas después se denominaría el “flanco sur”, entendiendo por tal la amplia región periférica que abarca el territorio de Oriente medio y se extiende por el norte de África hasta el sur del Sahel y el Océano Atlántico y mucho menos mencionaba a un continente africano que se encontraba sometido en aquella época al régimen colonial (Anón s. f.-b). 


Con el fin de la Guerra Fría, el formidable adversario que había sido la Unión Soviética desapareció y los antiguos miembros del extinto Pacto de Varsovia, se hicieron socios (“partners”), como antesala de espera antes de convertirse en miembros de pleno derecho de la Alianza. Se abrieron nuevas posibilidades y la OTAN reforzó su carácter político, hasta el punto de que el cuarto Concepto Estratégico aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre de Roma en noviembre de 1991, reconocía que “la oportunidad de alcanzar los objetivos de la Alianza a través de medios políticos es mayor que nunca”. Como consecuencia, los aliados entendieron que, en el nuevo contexto, la OTAN podía permitirse adoptar “un enfoque amplio de seguridad a través del diálogo, la cooperación y el mantenimiento de las capacidades de defensa colectiva” , tres elementos de la política de seguridad aliada que se reforzaban mutuamente. 


La OTAN adoptó así un enfoque más amplio y ambicioso de su estrategia de seguridad a través de la idea del partenariado, un concepto amplio que permitía complementar la disuasión y defensa con las nuevas nociones de cooperación y seguridad que demandaban los nuevos tiempos. Ello exigía ampliar el radio de acción de la Alianza fuera del área recogida en el Tratado de Washington, por lo que, de esta manera, el continente africano entró por primera vez dentro del campo de visión de la seguridad euroatlántica. (Seguir leyendo 


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Ignacio Fuente Cobo, Coronel de Artillería DEM. Analista Principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). 

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